Prólogo

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Adrien pateó el rostro del tipo que se encontraba tendido en el suelo, quien lo veía con súplica.

— Ahora ya no eres tan valiente, ¿no es así? —Volteó a ver a los dos chicos que estaban en la misma -o peor- situación. Dirigió su vista nuevamente al tipo que tenía bajo la bota. — Eres tan cobarde que no puedes enfrentarme sin ayuda de tus amigos. —Sonrió con altanería y le propinó otro golpe.

El adolescente escupió sangre y levantó la mirada, topándose con unos ojos verdes, fríos y sin expresión.

— N-No serías nadie sin la influencia de tu padre, A-Agreste. —Gruñó, mientras se encogía de dolor.

— Sabes que podría lastimarte sin ayuda de mi otets. —El rubio tomó al joven del cabello e hizo que lo mirara más de cerca. — Te daré una última advertencia, no vuelvas por aquí o te buscaré y esta vez no tendré compasión por una sucia rata callejera como tú. —Le presionó la cara contra el frío concreto y este dio un quejido, asintiendo varias veces.

Adrien se dio media vuelta y antes de retirarse lanzó un último comentario.

París es mía, no lo olvides. —Y se marchó a paso elegante del callejón.

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La escuela estaba a pocas calles de distancia, la pelea anterior sólo lo retrasó más, debió haber evitado a esos idiotas.

Uno de ellos era el sujeto al que le había ganado en la última competencia ilegal de motocicleta, no creyó que quisiera vengarse por eso, o tal vez era porque salió con su novia. Sí, probablemente fue por lo segundo.

Llegó a la entrada de Françoise Dupont y reconoció un rostro bastante familiar que lo observaba con fastidio, ya se podía imaginar el interrogatorio al que tendría que someterse. Suspiró.

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Una morena espiaba desde los casilleros a un grupo de chicos que reían por alguna tontería sin sentido, pero ella estaba atenta, buscando entre todos a un pelirrojo en especial.

Cuando finalmente lo encontró, se emocionó y ahogó un grito de alegría.

Nadie sabía porque ella actuaba así, pero la verdad era que la tímida y tierna Marinette tuvo su primer flechazo en Nathanaël, su compañero de clases. Él era distinto a los demás chicos de la escuela, no la trataba mal ni tampoco la ignoraba, había veces en las que era amable con ella y le ayudaba con sus libros.

Era un sueño para la joven, aunque tenía un pequeño defecto, al pelirrojo le gustaba juntarse con gente de no muy buena reputación. No se explicaba como alguien tan dulce como él podría ser amigo de gente de esa calaña.

Se asomó otra vez para poder apreciarlo y vio con molestia cuando una rubia abrazaba con demasiada confianza al chico.

— ¿Te importaría hacerte a un lado? —Marinette se sobresaltó al escuchar una voz. — Estás tapando mi casillero. —Dijo con rudeza.

— L-Lo siento, no me... —Se disculpó y sus mejillas se tiñeron de un fuerte color rojo hasta que se percató de la otra persona. — ...Ah, eres tú. —Marinette hizo un gesto de desagrado.

— Sí, soy yo, ahora mueve tu trasero, Dupain.

— Eres tan poco educado, Agreste. —Lo fulminó con la mirada.

— Sí, me lo han dicho un par de veces. —Sonrió mordaz.

— No sé ni por qué me molesto en responderte, cada maldito año es lo mismo contigo, sólo buscas la manera de molestarme.

— Muñeca, no seas tan egocéntrica, no eres mi única víctima. —La estaba irritando a propósito.

Adrien se deleitaba cuando las personas llegaban a su punto límite, es ahí cuando él tomaba ventaja de la situación.

Ella se sonrojó, producto de la ira. — ¡No sé qué es lo que ven las chicas en ti, eres un total idiota! —Le exclamó.

— Sí, pero al menos ellas se fijan en mí, cosa que en tu caso es...muy lamentable. —Se compadeció de ella.

Marinette estaba a punto de liberar toda su furia contenida, iba a abalanzarse sobre él y tumbarlo al piso, quizás podría golpear su rostro, meditó.

— No quiero ser el villano del cuento, ni romper tu burbuja de ilusión, pero jamás llamarás su atención. —Mencionó, señalando al pelirrojo que se encontraba a unos cuántos metros. — A él no le gustan las niñas buenas.

Marinette se sintió algo dolida, aunque no quisiera admitirlo, él tenía razón. Todas las veces que veía a Nathanaël, estaba rodeado de chicas muy lindas y "extrovertidas".

Había ocasiones en la que lo atrapaba de la mano o besándose con una de ellas a la salida de la escuela. Verlos así le producía un revoltijo en el estómago, sin embargo, jamás se dio por vencida, tenía la esperanza de que un día él pudiera verla de la misma forma que lo hacía con esas chicas y no como a una compañera más.

— ¿Q-Qué te hace creer que no puedo ser su tipo? —Trató de sonar segura, aunque fuera un manojo de nervios por dentro.

— Comenzando por el hecho de que eres una ratona de biblioteca, la señorita yo-siempre-complazco-a-los-maestros y que eres virgen, se puede llegar a la conclusión de que serás rechazada a la primera confesión. ¿Quieres que mande a alguien a recoger los pedazos de tu corazón cuando eso pase o tú misma lo haces? —Le dedicó una sonrisa falsa.

— Eres un maldito...—Masculló con rabia.

De rien, my lady. —Y se marchó alegre de ahí, había hecho su buena obra del día. Joderle la vida a alguien.

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***

YOLO.

Espero que Dopamina sea de su agrado (?)

¿Cuándo se actualizará? 

Ni Dios lo sabe. 

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Glosario

*Otets: Padre en ruso.

*De rien: De nada en francés.

DopaminaWhere stories live. Discover now