4. ¡No molestes a la oveja!

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— Entonces, ¿pasaste la noche en casa de Nathanaël a pesar de la advertencia escrita de tu padre? —Le preguntó un moreno con total desconcierto.

— Efectivamente.

— Rayos, no quisiera tener que ser tú en estos momentos. —Le dio un gran bocado al pastelillo que había comprado hace unos minutos. Ambos estaban en receso, sentados en una mesa en el centro de la cafetería.

Adrien ahogó un bostezo, aún se sentía cansado. La remolacha andante lo arrastró de su casa para ir a tiempo al sub. Detestaba los viajes en tren por las mañanas, siempre estaba reventando de gente y muy apenas podías encontrar asientos disponibles.

Hubieran llegado igual de temprano en su motocicleta y no haber tenido que atravesar a la gran multitud.

Podía recordar la breve discusión que tuvieron antes de partir.


— ¡Y ya te dije que podemos llegar a tiempo en la motocicleta, rábano!

— ¿Ah sí? ¿Acelerando en los semáforos? ¿Atropellando ancianas? —El rubio no lo negó. — Sé que manejas como un loco por la pista, probablemente yo me hubiera caído en las primeras cuadras y tú no te habrías dado cuenta de mi cadáver hasta que llegaras a la escuela. —Quizás el pelirrojo tenía razón, sin embargo, no aceptó del todo los cargos.

— Iría con más cuidado.

— ¿Lo harías? —Entrecerró los ojos, mirándolo con recelo.

— Tal vez.

— Ni hablar, dejas esa cosa aquí y vamos al sub ahora. —Adrien gruñó unas cuántas maldiciones, le echó una última ojeada a su bebé y de mala gana fue detrás de él hacia la estación.


— Tendré que ir por ella después de clases...—Dijo en voz baja.

— ¿Ir por quién? ¿Alguna nueva conquista, Romeo? —Bromeó su amigo, devolviéndolo al presente.

— Nino, mi vida no siempre gira en torno a unas lindas piernas.

— ¿Y quieres que me crea eso? —Enarcó una ceja.

El rubio suspiró y le dio un sorbo a su jugo de naranja. — ¿Cómo es posible que mi mejor amigo me tenga en tan alta estima? —Fingió estar dolido.

— Pero si eres el playboy más grande de la escuela, corrección, de varias escuelas. ¿Quieres que te recuerde las audiciones con las chicas de Lycée Fénelon?

— De acuerdo, ya entendí. —Adrien recordaba perfectamente ese suceso, uno de los más picantes y dignos de ser atesorados en su memoria. ¡Y cómo olvidarlo! Tenía a todas las chicas de la obra de teatro siguiéndolo a todas partes...

— Oye, tierra llamando al señor pantalones calientes. —Nino agitaba su mano cerca de él. — Estás recordándolo, ¿cierto? —Hizo una mueca divertida. — Eres un pervertido de lo peor.

— No hice nada malo...no con todas. —No era mentira después de todo.

— Tú no tienes remedio, un día llegará una chica que te hará perder la cabeza. —Dio otro mordisco.

Muy tarde, Nino, ya hubo una. — Si conoces a alguien, preséntamela, ¡estaría encantado de enseñarle las reglas del juego!

— ¿Qué dice tu padre al respecto?

— Supongo que no está al tanto de eso.

— ¿En serio? Me sorprende, ya que tú has salido con varias chicas, entre ellas hijas de sus amigos.

DopaminaWhere stories live. Discover now