7. Rayos, truenos y relámpagos

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Adrien se estacionó cerca a lo que parecía ser una pastelería, apagó el motor y se giró hacia su acompañante.

— Bueno, llegamos a... —Se lo pensó por unos segundos. — Esto que llamas hogar. —Los brazos alrededor de él se aflojaron. — Es probable que te sientas mareada y tus piernas se doblen cuando bajes.

Por la expresión de pocos amigos que ella llevaba, podría hacerse una idea de lo que podría estar pasando por esa cabecita suya.

Marinette lo ignoró, sujetó su vestido para que no se le subiera al momento de bajar. Se tambaleó y casi aterriza de culo si no fuera porque el rubio la sujetó a tiempo.

— Pero qué torpe eres. —Bromeó. — Yo te lo advertí. En el viaje me dijiste que nunca habías montado una antes.

— ¿Y tenías que manejar como un loco y pasar por cada bache? —Gruñó.

— No sé de lo que hablas. —Se mordió la lengua para evitar dejar escapar una sonrisa.

— ¡Lo hiciste para fastidiarme! Ni siquiera cuando viajo en el coche de mi padre pasamos por tantos. —Estaba histérica y a Adrien le recordó a una pequeña chihuahua. Tierna. Se preguntó si le mordería una mano si seguía molestándola.

— Fue para evitar el tráfico, tomé un atajo. —Mintió. La chica seguía viéndolo con mala cara. Él jamás admitiría que lo hizo a propósito para darle un pequeño susto, sin mencionar que cada vez que aceleraba o pasaba por un bache, ella se apretaba contra él o rozaba sus muslos. Lo admitía, era un pervertido y estaba orgulloso de ello.

Adrien desvió el rostro, le estaba costando contener esa risa. Se levantó, pasando una pierna sobre el asiento y se colocó al lado de ella.

— ¿Y a qué hora piensas entrar? —Le preguntó con su habitual expresión de aburrimiento cuando estaba con la idiota.

— No puedo hacerlo mientras estés aquí. —El rubio levantó una ceja.

— Sé que me arrepentiré de preguntar, pero igual lo haré. ¿Por qué?

— Porque no quiero que mis padres te vean aquí con eso. —Le apuntó a la motocicleta. — Les daría algo si supieran que me vine en una.

Él se acercó a la puerta. — Nunca lo sabremos, hay que comprobarlo. —Tocó el timbre. La cara de Marinette se desfiguró en una mueca de horror.

—Tú...grandísimo tonto, ¿qué crees que haces? —Él le guiñó un ojo, al momento que se dibujaba una sonrisa traviesa en su rostro.

Ella esperaba que sus padres hubieran decido salir a última hora y evitarles el trauma de saber que su hija regresó en una monstruosidad, pero obviamente la suerte nunca está de su parte.

Su alarma interna se encendió al ver a su madre asomándose.

— ¿Hija? —Preguntó. — ¿Qué pasó con tus llaves-...? —La mujer se calló cuando vio al rubio. — Hola, ¿quién eres tú? —Preguntó amablemente.

El joven le sonrió. — Soy amigo de su hija, ma'am. Me llamo Adrien, mucho gusto. —Tomó la mano de la mujer y depositó un beso. —Sabine dejó escapar unas risillas bobas.

— ¡Pero qué encantador muchacho! —Marinette observó con escepticismo la escena. ¿Realmente estaba pasando? ¡Ese baboso estaba coqueteando con su mamá!

Ella le pellizcó el brazo.

— Parece que es tiempo de que mi buen amigo se marche. Me trajo a casa a pesar de que tenía otros compromisos y no quiero abusar más de su amabilidad, ¿no es así? —Le pestañeó varias veces, como niña buena. No mencionó de que casi la deja caminando con vagabundos.

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⏰ Última actualización: Mar 03, 2018 ⏰

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