Capítulo X. [Tercera Parte]

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ÚLTIMA PARTE.

No sabía cuánto tiempo llevaba dentro de aquel lugar, el amplio pasillo conectaba con una habitación iluminada por lo que parecía ser un traga luz en el techo, aquí no había una cama, una silla, o alguna ventana, no había nada. Estaba sola.

El tiempo pasaba muy lento y el dolor de cabeza aumentaba cada vez más, no sabía que era mayor, si el hambre o la sed dentro de mí. La esperanza se alejaba de mi mente de la misma manera que la luz del día se iba terminando. ¿Qué pasaría conmigo?

Nunca había pasado una noche en el piso de algún lugar, pero esta vez no había nada más donde poder hacerlo. El cuerpo me dolía, tenía la boca seca y los labios partidos, el hambre me jugaba en contra provocándome ganas de vomitar. Las horas pasaban de la misma manera que la luz del sol, ya no tenía fuerzas para levantarme del frio piso, ni siquiera con el ruido que algo allá afuera había hecho.

—Emma –mi nombre pronunciado con burla me puso alerta, cerré mis ojos buscando algo de protección entre la oscuridad-. Te he traído algo de comida –abrí los ojos lentamente encontrando a Benjamín de cuclillas frente a mí con una bolsa de plástico con un poco de pan-. Las cosas se han salido de control con tu hermana, pero no te preocupes, pronto te llevaré con ella.

Lanzo el pan hacia mí y sin decir nada más salió del lugar. Recogí la bolsa y arrastrándome, recargué la espalda en la pared. El pan estaba duro y se caía a migajas cada vez que lo mordía, sin embargo mis lágrimas ayudaban a remojarlo una tras otra.

Otra noche encerrada, no podía decidir en considerarla la peor de mi vida, pues no sabía realmente cuanto tiempo iba a pasar aquí, o si algún día iba a salir. Nuevamente escucho ruidos, pero estos se vuelven cada vez más lejanos. Y nuevamente, la luz del día se va.

Dicen que el peor enemigo de una persona solitaria es su mente, y podía comprobarlo. No podía dejar de pensar en mi madre, en mi padre y en Nessa. ¿Esto tendrá fin? ¿Hay solución? Me sentía cada vez más débil y me sentía cada vez más cerca de la depresión.

El frío se vuelve más intenso al pasar la madrugada, esta noche no había podido dormir. Un azul claro invadió el traga luz, otra mañana más estaba llegando, y con ella mi desesperación por salir de aquí.

Ya no quería nada.

—Puede parecer insignificante –esa voz, era Benjamín-. Pero esconde muchas cosas –de alguna manera me emocionaba pensar que venía por mi o que tal vez traía algo de comida.

Traté de ponerme de pie para acercarme a la puerta, pero mis débiles piernas y un fuerte mareo me hicieron volver al suelo de un golpe. Esta vez Benjamín no entró.
El sol estaba cada vez más cerca de su punto máximo y nuevamente el ruido de aquel viejo ropero se hizo presente.

No tuve fuerza para moverme cuando vi a Cyrone acercarse a mí con un pequeño frasco en la mano. Con rudeza me puso de pie y sosteniendo mí barbilla vertió el líquido de aquel frasco en mi boca.

—Si no lo tragas, será peor –temerosa y con asco lo tragué.

—Ahora solo necesitas un poco de su sangre –un nuevo hombre entro detrás de Cyrone-. Tu hijo será liberado, y yo también.

—Seguro, Roultzer –contesto Cyrone con tono sarcástico-. Tú obtén la sangre.

Cyrone me dejo caer y se alejó, el otro sujeto se acercó hasta a mí y en cuclillas tomo mi brazo, saco un frasco de la bolsa izquierda de su chaqueta y de la derecha una pequeña navaja.

—¿Qué va a...

—Shh –me interrumpió-. Esto solo te dolerá un poco.

Sin piedad alguna paso la navaja sobre mi muñeca. Ignorando mi dolor lleno aquel frasco con mi sangre, después se fueron dejándome sola nuevamente.

La herida seguía sangrando y mis parpados se sentían cada vez más pesados. Era hora de terminar con este sufrimiento.



Inicia la recta final de esta historia.

Sangre de Alpha. I ✔Where stories live. Discover now