1. Cicatrices

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Coruscant

Obi Wan se incorporó bruscamente en la cama, como despertando de una agitada pesadilla.

—¡Anakin! —jadeó confuso al mirar alrededor.

Las manos suaves de Vokara Che se posaron en sus hombros y le empujaron gentilmente de nuevo hacia la cama. El rostro severo y preocupado de la sanadora se dibujó ante él cuando la visión se le aclaró.

—Tu padawan está bien, maestro Kenobi. Y tú necesitas descansar. Tus heridas aún están sanando.

—¿Dónde está?

El jedi cedió al gesto de Vokara y apoyó de nuevo la cabeza en la almohada. Con la conciencia acudió también el dolor de las heridas y el resquemor que había dejado en su interior el impacto de los rayos de Dooku. Todo eso eran sensaciones secundarias al lado de su inquietud por Anakin.

—Ya ha salido de la sala de operaciones. El implante ha sido exitoso, no tienes nada de qué preocuparte, Kenobi.

—¿El implante? —Obi Wan se incorporó hasta apoyarse en el respaldo.

Vokara se sentó en el borde de la cama. Separó las manos de él y las pasó a escasos centímetros de la herida en su brazo derecho, comprobando su estado con un gesto concentrado.

—Cercenaron su brazo por debajo del codo —respondió la sanadora sin perder la concentración—. La herida estaba cauterizada por el sable, pero no se pudo recuperar la extremidad, por lo que hemos tenido que implantarle prótesis biónica. La ha aceptado bien.

«Está vivo», se dijo con alivio, pero las palabras tranquilizadoras de Vokara no pudieron calmar su preocupación. Le habían cortado el brazo, ¿cómo había podido ocurrir? «Le envié solo con el aprendiz del sith... Tuvo que enfrentarse a los dos cuando Raseri huyó hacia la nave», pensó angustiado. Era su responsabilidad.

Se incorporó de nuevo, de golpe, ignorando el mareo que eso le causó. Vokara intentó devolverle a su posición, pero Obi Wan se resistió.

—Tengo que ir a verle.

—Tienes que descansar —replicó la sanadora. Le puso la mano en la frente, Obi Wan sintió el hormigueo cálido y calmante queriendo empujarle al trance de sanación. Puso toda su voluntad en resistirse.

—¡No, Vokara! —exclamó agarrándola por la muñeca—. Tengo que estar ahí cuando despierte. No puede... No quiero que se vea solo en esa sala cuando abra los ojos. No voy a irme del hospital, solo quiero estar ahí.

La twi'lek frunció el ceño y apartó la mano, cediendo a la exigencia del caballero jedi. No podía sumirle en el trance si él se resistía activamente a él. Suspiró por la nariz, ensanchando las aletas con un gesto exasperado.

—Tu sanación será más lenta sin el trance. Y será tu responsabilidad si algo no va bien...

—La aceptaré —dijo el jedi, sentándose en el borde de la cama y recogiendo las ropas del estante bajo la mesa—. Aceptaré cualquier consecuencia.

—Toma los analgésicos, al menos —le pidió Vokara, poniéndose en pie y señalando las píldoras y el agua que esperaban sobre la mesilla—. Y no hagas esfuerzos en unos días. Descansa cuanto puedas.

Obi Wan asintió, ignorando el dolor tirante en la pierna cuando se puso en pie. Tragó las pastillas y se bebió el vaso de agua antes de salir apresuradamente de la sala, dejando a Vokara sola.

La sanadora negó con la cabeza y suspiró.

. . .

El droide médico entró en la sala de espera y se acercó a Obi Wan con su expresión impasible.

El miedo más profundo (Obikin 2)Where stories live. Discover now