El precio por olvidar es alto

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Tictac

              tictac...

Como si fuera el rítmico latido de mi corazón, percibí el sonido de un reloj guiándome en la profunda oscuridad. Un mundo de tinieblas. Un mundo vacío.


Y de repente, frente a mí, apareció una llave dorada balanceándose.


—¿De dónde ha salido? —me pregunté mirando la espesa oscuridad del cielo, aunque no estaba segura de dónde era arriba o abajo—. Qué lugar más extraño, ¿cómo he llegado aquí?


Al instante, aquél sitio se abrió ante mí como un campo de llaves doradas colgando de cadenas de oro. Su fulgor me recordó el ramo de girasoles que mi hermana Lissy había recibido meses antes de aquella fatídica noche. Aún los recuerdo adornando el pequeño escritorio de su habitación, balanceándose con el viento que entraba por la ventana. Yo los miraba desde la puerta, pero también la miraba a ella. Mi preciosa hermana. Seguido la pillaba mirándolos, pero la expresión de su cara siempre me parecía alelada. Ahora entiendo que en realidad su expresión era la de una jovencita enamorada.


Aquél recuerdo continúa apuñalando mi corazón. Igual que todas las memorias que despertaban aquellas llaves que pasaban junto a mí sin siquiera tocarme. Algo me decía que de entre todas ellas había una más importante que todas las demás y que estaba relacionada con algo que debía recordar.


Luego surgieron relojes de bolsillo con la maquinaria acelerada. Sobre sus carátulas las manecillas corrían desbocadas como escapando del tiempo. Podía escuchar con claridad el frenético sonido de los engranajes circulando en su perfecta y precisa mecánica.


-Vamos Alice, solo es un sueño -dijo una voz de hombre.

-No, no es un sueño. Es... un recuerdo - respondí titubeando mientras entraba como un fantasma en el interior de un reloj-. ¡Y me pone enferma!


En él, me vi sentada en una mesa tomándo el té que había servído una tetera. Parecía un insecto extraño, una especie de araña-cíclope con su ojo inyectado de sangre y dos pares de patas metálicas repiqueteándo sobre la mesa. Al otro extremo, un hombre de rasgos grotescos y piel cetrina, que lucía un extravagante sombrero de copa a cuadros blancos y negros jalaba una palanca por debajo de la mesa activando así la trampa que se ocultaba detrás de mi asiento. Una sierra eléctrica lista para destazarme.


-Bien, concéntrate. Espera estas flotando, otra vez. No pesas... mira fijamente... relájate -dijo nuevamente la voz. Era un hombre... Mi psiquiatra. Era un buen tipo, debía reconocerlo.


Quizás por eso le obedecí.


Un banco de peces dorados flotó ante mis ojos. Cartas de naipes subían y bajaban en una espiral sin fin hasta que una carta saltó de su lugar para mostrarme a la reina de corazones en una de sus caras. Tras ella, apareció una escena bélica, un campo de guerra con un ejército de guerreros deformes enfrentándose. Era tan horriblemente real que podía oler la sangre mezclada con la tierra arenosa del suelo, podía escuchar el gemido lastimero de los heridos y ver el chispazo que surgía del choque metálico de las espadas contra las alabardas. Y al fondo, muy al fondo, sentada en su trono; una espantosa criatura con cuernos, vestido de corte imperio y desproporcionadas manos chamuscadas observaba la escena con diabólico placer.

Alice Madness ReturnsWhere stories live. Discover now