La Espada Vorpal

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Sin dejar de observar al inmenso caracol me deslicé, pegada a la pared, hacia un quicio en el que pensé podría desaparecer de su vista y así no volver a despertarle curiosidad por mí, además de que podría buscar una salida.

Cuando me dejé caer sin pensarlo mucho descubrí tres cosas:

Primero: El quicio no era lo suficientemente alto como para ocultarme por completo. Fácilmente podía asomar la cabeza sin necesidad de pararme bien derecha.

Segundo: había otro caracol colgando de una rama por encima de nosotros mirándome con la misma insistencia.

Tercero: los caracoles tienen más interés porque un rayo de sol se filtre entre el follaje que por una loca en miniatura.

Idiota

Más tranquila, descendí del segundo escalón en el que había caído llegando al suelo cubierto de pasto.

Buscaba una salida; pero no la veía, todo apuntaba a que había caído en un callejón sin salida.

"El contrasentido ve los caminos que los ojos no ven, ¡ábrete niña corta de vista!"

Esas palabras habían sonado por encima de mi cabeza. Rápidamente barrí con la mirada en todas direcciones; pero, como ya sabía no encontré nada.

Sé que estás ahí

Me encogí y el mundo brilló en tonos lilas y azules. Fue cuando vi las marcas en el suelo. Las seguí y entonces la hallé empotrada entre las rocas que conformaban la montaña. Pequeña como un agujero de ratón. El túnel que atravesaba la piedra. Igual a los dos que había usado antes.

Corrí y entré en él sin temor. El contrasentido me permitía ver en la oscuridad. Debo admitir que ésta habilidad es fabulosa, además de los beneficios que da el cambiar de tamaño a voluntad y descubrir aquello que se oculta a simple vista. Que me deje ver en la oscuridad es lo mejor de todo.

¡Adiós Boogieman!

Salí a una caverna en donde los muros se veían lizos y nacarados como el interior de una caracola. Én ella habían varias de esas flores rojas de pistilo luminiscente que tanto me gustaban, alumbrando el interior de ésta.

La exploré mas la cueva no era demasiado amplia. Sí, había algunas rocas sobresaliendo del suelo y unos cuantos dados y fichas de dominó arrumbados, pero algo más importante no encontré salvo esos extraños dibujos como hechos por niños que aparecían cuando usaba el contrasentido.

Ni un recuerdo... Nada

Del suelo surgió el capuchón de una ceta azul justo por debajo de un agujero en el techo, esa era mi salida. Nada más la toqué con la punta del pie y a mis oídos vino otro recuerdo mientras yo salía disparada hacía el cielo.

"Nunca me divertí tanto como tirándome del tobogán de Hyde Park. Papá te recogerá pronto Alice"

La voz de mi querida hermana reanimó mi corazón marchito.

Atravesé el agujero a toda velocidad y fui a caer encima de unas fichas de dominó viejas que hacían la entrada de una resbaladilla.

-No puede ser - pensé predisponiendome con vergüenza a lo que tenía que hacer.

Me asomé por un lado de los manerales y vi el vacío extenderse ante mí. El asunto de echarme por el tobogán ya se me hacía bochornoso a mi edad como para darme cuenta de que a pesar de lo inofensivo que se veía el juego tenía un deje de peligro. La resbaladilla era muy ancha y el pasamanos no muy alto como para contenerme en caso de que la velocidad me lanzará a las orillas. Sino me mantenía en el centro corría el riesgo de salir proyectada hacia una caída libre de sabrá Dios cuantos metros de altura. Una muerte segura.

Alice Madness ReturnsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora