Utuania se equivoca

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La noticia del halo dorado que apareció sobre Kamal el día de la Oración de revelación no tardó en extenderse por el pueblo, viajando incluso a ciudades vecinas.

Los sacerdotes y los habitantes, alaban a Kamal cuando camina fuera de casa, viéndolo como el nuevo héroe del mundo.

Drac, cortando madera en el patio trasero, seca el sudor de su frente, luego acomoda un tronco bajo el hacha.

La revelación de Utuania para él no era la que esperaba, aunque las altas posibilidades estaban presentes. En pueblos pequeños como este, es común que los hijos hereden revelaciones iguales o similares a la de sus familiares.

La puerta se abre y el padre de Drac sale cargando una azada nueva, de color reluciente bajo el sol.

—Hijo... —llama con voz suave, deteniéndose a unos pasos de Drac.

El joven deja el hacha y gira el rostro para enfrentar a su padre, ambos permanecen en silencio unos minutos.

—Sé que esperabas otra cosa, pero ya eres mayor y debes aprender a conformarte... No, no es eso... —El hombre baja la mirada a la azada, soltando un suspiro.

—Papá, sé lo que quieres decir. No te preocupes, estoy bien.

Tomando la herramienta de manos de su padre, Drac la mueve un poco de un lado a otro, para luego hacer un surco en la tierra a sus pies. Sonriendo, su padre asiente y se aleja, sin saber cómo consolar a su hijo.

Dejando el hacha y la madera cortada a un lado, Drac camina dentro del bosque cargando la azada sobre el hombro. El sendero lleno de hierba no es problema para sus piernas, dando zancadas largas, avanza rápido hasta llegar a un claro.

Sentado sobre un árbol caído, Kamal lee un libro con la cabeza baja y el cabello cubriendo el rostro. La ropa en su cuerpo se mantiene limpia, sin rastro de tierra o sudor.

—Creí que no vendrías, los sacerdotes te han estado buscando —dice Drac acercándose, con cuidado deja la herramienta apoyada contra el árbol.

—Quieren enviarme a la capital, para ser el héroe o algo así... —murmura Kamal, cerrando el libro con fuerza.

—Sí... —Drac ya lo sabía, desde que vio al halo dorado sobre Kamal.

—No quiero ir. Pero...

—La revelación no tardará en llegar a la capital, y dado que es un halo dorado, es posible que también haya una profecía en el templo principal —comenta, tomando asiento a un lado de Kamal.

Una brisa suave mueve su cabello, y alzando la vista al cielo, cierra los puños.

—¿Consideras que Utuania se pueda equivocar?

La voz de Kamal despierta a Drac de sus pensamientos, que ríe al oírlo. ¿Utuania se equivocó? Es una buena broma.

Al no recibir respuesta, Kamal gira el cuerpo para mirar a su amigo, que mantiene una expresión alegre pese a ser el más decepcionado.

Kamal no quiere ser un héroe, siempre sueña con una vida tranquila, lejos de las armas, la guerra y la política, lejos de la vida que le quitó a su padre.

Pese a toda la recompensa que su madre obtuvo para criarlo, y la comodidad en la que creció, no quería nada más.

Por otro lado, Drac anhelaba la aventura. Ser un hombre fuerte y que la gente lo reconozca por sus proezas.

—Utuania nunca se equivoca. Kamal, eres una buena persona, deberías ir a la capital —dice Drac, rascando su cabeza con la mano derecha—. Después de todo, no hay guerra en este momento, solo tienes que ir a dar la cara.

—Tal vez. Pero...

—Kamal —cortando al otro, Drac lo mira después de unos segundos, borrando la expresión alegre y tranquila de su rostro— Nunca digas que Utuania se equivoca frente a los sacerdotes.

Su amigo asiente y juega con el libro, dando golpes sobre su muslo. Drac ríe, con un rígido movimiento de hombros. Kamal no lo mira, temiendo ver los ojos vidriosos y la cara decepcionada del más joven.

Salir del pueblo no es lo que quiere, mientras que Drac se siente enjaulado por sus cultivos y ganado.

—Iré contigo. No tengas miedo.

La revelación de UtuaniaWhere stories live. Discover now