El corazón que Utuania miró

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Las ruedas de la carreta pasando sobre las rocas del camino crujen, evitando a Drac conciliar el sueño. Con el constante movimiento, y el golpe de los cascos del caballo, estos días no habían sido los mejores.

—Me duele la espalda —murmura Kamal dándose golpes suaves con el puño.

—La carreta no es lo más cómodo, pero solo quedan dos días más para llegar a la capital.

—Eso no lo hace mejor.

Drac mira a Kamal, levantando un poco la cabeza desde su posición recostada en el suelo de la carreta de carga.

Hace tres días habían tenido la suerte de alcanzar a un viejo vendedor que se dirigía por el mismo camino, salvando sus pies del intenso dolor después de tres días de caminata.

Guardan silencio el resto de la noche, soportando el avance.

Para llegar a la capital antes que el templo envié a sus emisarios, Drac tomó a Kamal temprano en la mañana hace seis días. Se marcharon sin avisar a nadie, dejando una simple nota en sus habitaciones.

Además de un saco en la que metieron una muda de ropa y algo de pan, Kamal llevaba un libro dejado por su padre, mientras que Drac cargaba la azada.

Pasados dos días, se unen al camino principal con otras carretas y carruajes. Algunas personas avanzan a pie o montan caballos.

—Estamos fuera, pero ya siento que es muy diferente de casa —comenta Kamal, mirando por un costado.

Drac toma asiento junto a él y observa las puertas de la ciudad, donde una gran fila se forma a espera de ser revisados.

—Es bueno que tengamos los certificados del templo.

—¿Crees que nos reciban?

Kamal aprieta las manos contra los bordes de la carreta, Drac le da una mirada rápida antes de asentir y voltearse para tomar sus cosas. El trato con el dueño de la carrera era llevarlos, pero tendrían que entrar por su cuenta.

La carreta se detiene tras la fila de personas, y saltando al suelo, Drac y Kamal se estiran, sintiendo entumecidos los músculos.

—Gracias, señor —dicen pasando junto al hombre, que sonríe y lleva su carreta a la puerta para comerciantes.

—Vamos a esperar —indica Drac, colocando su azada en el suelo.

Para dos jóvenes, estar solos en la capital no era fácil, y miradas curiosas de quienes los rodean los acompañan hasta que es su turno de enfrentar al guardia.

Vestido con una armadura de color negro, con una capa roja a la espalda y una espada atada a la cintura, el hombre se mantiene de pie ante una mesa.

En ella, un joven soldado recibe los certificados de adultez del templo que cada persona porta desde su día de Oración. Entregando sus papeles, Kamal y Drac observan a los hombres que pronto les permiten el paso al interior de los muros.

Siguiendo a la multitud, Drac guía a Kamal hacia la concurrida calle, donde vendedores gritan el nombre y precio de sus productos.

—Busquemos el templo primero, luego podemos encontrar una posada.

Drac se acerca a una señora mayor que atiende un puesto de verduras, mirando los precios sobre cada producto, entrecierra los ojos.

—Disculpe, busco el ttemplo,¿Puede indicarme donde está?

—Oh, claro. Solo sigue este camino y dobla a la derecha cuando llegues a la fuente, al final de la calle encontrarás el templo —La mujer señala con su mano, para luego mirar a Kamal en silencio a un lado.

—Gracias.

Tomando a su amigo, Drac camina esquivando a la gente. Desde que llegaron, las miradas sobre Kamal han ido aumentando. Incluso algunas personas los siguen a la distancia.

Kamal mira con curiosidad, dejándose llevar por la mano fuerte de Drac alrededor de su muñeca.

Tal como indicó la mujer, el templo estaba al final del camino luego de doblar en la fuente. Sus puertas cerradas, con dos guardias vestidos de blanco a cada lado, quitaron todas las ganas de Kamal por entrar.

—Drac ¿Qué tal si...

—Vamos.

Tomándolo por los hombros, sube las escaleras con una sonrisa en el rostro, riéndose en voz baja por el cuerpo tembloroso de Kamal.

Cruzar la puerta podría condenarlos o enviarlos a una mejor vida, y ante lo desconocido, la emoción de Drac se eleva, haciéndole ignorar la renuencia de su amigo, que pese a portar el halo dorado no quiere tener relación con el templo.

“Mi bendición te doy para que la compartas con el mundo, mientras el corazón de la otra parte sea tan grande como el tuyo. Por tu corazón te miré, y por su corazón los mirarás”

Sin saber que significan las palabras de Utuania para él, Kamal suspira y se rinde a la insistencia de su amigo.

La revelación de UtuaniaWhere stories live. Discover now