2. Un nuevo mundo

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La cabeza le daba vueltas y las ganas de vomitar parecían aumentar cuando intentaba moverse, aun así, Sara hizo un esfuerzo por reincorporarse, pensando que todo lo que había visto había sido consecuencia del estrés por la presentación, pero vaya sorpresa que tuvo al despertar y ver a dos jóvenes a su alrededor, ambas vestidas con lujosos atuendos de época, sin mencionar lo hermosas que eran.

- ¡Ya despertó! - dijo la muchacha de cabello castaño y vestido azul cielo.

- Le avisaré a Christopher- repuso la rubia con el atuendo rosa pálido, quien salió corriendo de la inmensa y ostentosa habitación en la que estaban.

Aquel lugar, decorado con tapices blancos con brocados de oro que parecían moverse ligeramente, se encontraba inundado por una dulce fragancia a manzana y canela, mientras que guirnaldas navideñas se asomaban por entre las columnas que rodeaban aquella habitación, siendo aquello lo poco llamativo a comparación de las lujosas camas de oro con altos doseles y muebles labrados con la más fina madera y mármol, dentro de los cuales se podía apreciar cómo sus decoraciones estaba hechas a mano. 

- ¿Cómo te sientes? - le preguntó la chica castaña a Sara, quien solo la observó por unos segundos, sin poder pasar por alto la corona de oro que reposaba en su cabeza.

- ¿Estoy en alguna obra de teatro o algo parecido?

La chica la observó unos segundos en silencio.

- No- rio gentilmente-. Estás en el Palacio del Bosque Encantado. Yo soy la princesa Eidleen y mi hermana Analisse es quien ha acudido por nuestro hermano, él fue quien te trajo hasta aquí.

Sara parpadeó un par de veces, hasta sonreír de forma nerviosa.

- ¿Bosque Encantado? ¿Cómo en los cuentos de hadas?

- ¿Qué es un cuento de hadas?

Antes de que Sara dijera algo más, la princesa de rosa llegó seguida por un joven extremadamente atractivo, de cabello color cobre, intensos ojos azules y un uniforme verde olivo que resaltaba sus facciones, mientras que en su cinturón iba cargando una espada que parecía ser real y bastante lujosa.

- ¿Se encuentra bien, señorita? - preguntó el que Sara pensó era el príncipe, hermano de esas dos, sin embargo, la autora no encontró la fuerza para responderle, pues se le hacía ridículo todo aquello, hasta el momento en que dos figuras aparecieron en la habitación, seguidos de la más peculiar de las cortes.

Se trataban de un hombre y una mujer ataviados de atuendos muy aparatosos en colores púrpuras, pero de una belleza que parecía como si hubiesen sido muñecos antes de ser personas. El hombre gozaba de un cabello tan rubio como el de la princesa de rosa, mientras que sus ojos eran los mismos del príncipe, mientras que la mujer tenía un cabello castaño como el de la princesa azul y el color verde en sus ojos, mismos que compartía con las princesas, por lo que no le costó mucho trabajo a Sara deducir que aquellos eran los reyes de esa farsa.

- Escuchamos de un incidente, ¿están todos bien? - preguntó la reina, con un delicado tono de voz.

- Lamento haberte preocupado, madre- le dijo el príncipe-. Esta doncella se desvaneció en medio de la calle y decidí traerla a palacio.

- Ya veo- dijo el rey-. ¿Se siente mejor, señorita?

- Amm... creo...

- Me parece que nuestra invitada está un poco confundida, padre- dijo la princesa azul-. Hace unos momentos no parecía saber en dónde estaba.

- ¿La habrán hechizado con el maleficio del sueño? - preguntó la reina, alarmando a todos los presentes-. Recuerdo cuando desperté de mi maldición, me encontraba muy confundida...

El Bosque Encantado: Un secreto congeladoWhere stories live. Discover now