8. Los hermanos

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Con el viento helado golpeando su rostro, Elisa corrió de la mano del príncipe Christopher, por las calles del reino, hasta llegar a una morada de un aspecto que resaltaba de entre las demás casas. Este edificio se encontraba algo chueco en su arquitectura, y no porque fuese a propósito, más bien se trataba al defecto que se había visto venir gracias al manzano que había crecido a un lado del edificio, aparentemente, de forma desproporcionada y que, para cliché de aquella historia, sus frutos no eran otra cosa más que manzanas rojas como la que envenenó a Blancanieves. Elisa no creía en las coincidencias, ella pensaba que todo pasaba por algo, y el ver aquel símbolo del cuento que colocó a los hermanos Grimm en el mapa, la hizo sonreír como una mueca de aceptación ante lo que el destino parecía estarle preparando.

Sin tantos rodeos, Christopher abrió la puerta de aquella casa, pidiéndole a Elisa que entrara rápidamente, antes de cerrarla, temeroso de ser perseguido por los guardias del palacio, o peor.

Al entrar, Elisa quedó muda ante lo que vio. Aquella no era una casa común y corriente, es más, no figuraba como el hogar de alguien, pues su aspecto era más el de una biblioteca que parecía perderse en lo alto e infinito de su techo, en donde libros de todas las formas, tamaños y grosores volaban de un estante a otro, mientras que al fondo, alumbrados por centenares de velas medio derretidas, se encontraban dos sujetos de más o menos la misma edad que Christopher, de complexión delgada, rostros afilados, piel blanquecina y melenas doradas alborotadas entre las manchas de tinta que se asomaban por sus manos y el resto de su cuerpo.

– ¿Y si pones que cayó en un profundo sueño? - dijo el más alto de ambos, mientras que Elisa y Christopher intentaban atravesar el pasillo sin que uno de los libros voladores los lastimara.

- Jack, eso ya lo hemos usado dos veces... no creo que consiga tener el mismo impacto.

- Técnicamente, Will, lo usamos una vez. Charlie fue el primero en escribir la historia de la reina y... ¡Chris! - gritó Jack, tirando sin querer un envase de tinta sobre el pergamino en el que aparentemente estaba trabajando, al ver entrar al príncipe y a Elisa-. ¿Y el baile?

- ¡Sí! - replicó Will, hasta notar la presencia de Elisa-. Oh... vaya... 

- Perdón que llegara de la nada, pero tenemos un gran... ¡oigan! - les reclamó Christopher al ver cómo los hermanos lo ignoraban por completo, yendo directamente hasta donde se encontraba Elisa.

- Así que eres a la que Drosselmeyer trajo... - le dijo Will, quien a diferencia de Jack, carecía de esos anteojos que parecían de un abuelito de épocas remotas.

- Interesante, realmente es interesante- dijo Jack, mientras le daba vueltas a Elisa, cual buitre-. La verdad es que no creímos que fuera a traer a un autor amateur... sin ofender.

- ¿Sin ofender? - replicó Elisa, un poco molesta, causando el silencio en el lugar-. ¡¿Sin ofender?! ¡Ustedes saben que ese loco me trajo hasta aquí y no se les ocurrió ir al castillo para ayudarme!

- Técnicamente no podemos intervenir cuando un autor llega a otro mundo- dijo Will, recargándose sobre el extenso escritorio de madera oscura, sobre el que yacían miles y miles de pergaminos sin acabar-. Aun no entendemos del todo cómo funciona el tema del viaje entre mundos, pero sabíamos que Drosselmeyer tenía pensado traer a un autor a este reino y...

- ¡¿Y cómo por qué no me lo dijeron?! - exclamó el príncipe, aireado por la situación.

- Sabes que no podemos interferir- señaló Jack-. Todos en este mundo, incluso en el mundo del que viene ella... este... ¿cuál es su nombre, kleine Frau?

- Elisa- respondió entre dientes.

- Elisa... Elisa... Jackie ¿por qué me suena ese nombre?

- Tal vez porque es un nombre común- dijo Elisa con tono sarcástico.

El Bosque Encantado: Un secreto congeladoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang