ENCUENTRO EN EL GIMNASIO

4.7K 963 63
                                    

Bueno bueno bueno.... Si os quedasteis con el calentón en el otro capítulo, vais a tener que decirle a Nadie que se deje de estupideces y sucumba, porque ella misma sabe que lo está deseando hahahahahaha

A las seis de la mañana escuché como la puerta principal se cerraba, ni siquiera había sido fuerte, pero había pasado toda la noche en un duermevela constante sin llegar a coger el sueño profundo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

A las seis de la mañana escuché como la puerta principal se cerraba, ni siquiera había sido fuerte, pero había pasado toda la noche en un duermevela constante sin llegar a coger el sueño profundo. Primero porque era incapaz de dormir, segundo porque Zafiro estuvo inquieta en un par de ocasiones y tercero porque tenía un calentón de los mil demonios que acabe por darme una ducha templada para ver si se me pasaba del todo.

No fue así.

Cierto pesar se evaporó al saber que Andrei acababa de salir, afirmando que de ese modo no tendría reprimir aquel ardiente deseo con el que mi propio cuerpo sería capaz de traicionarme si le veía. No tenía la menor idea de si se había ido hacia el trabajo teniendo en cuenta que tardaba una hora en llegar o cual había sido su intención, pero el que no estuviera bajo el mismo techo era todo un alivio para esa quemazón que amenazaba con fundirme y me quedé profundamente dormida, hasta que el llanto de la pequeña me despertó.

Tenía tres llamadas perdidas de Irina y otras dos de Alejandro, decidí llamar a la primera conforme entraba en la cocina con Zafiro en brazos para prepararle un biberón.

—Perdona, me había quedado dormida —dije en cuanto descolgó.

—Lo imaginaba, pero no te preocupes, llamé a Andrei y aún seguía en casa, me confirmó que estabas durmiendo y la pequeña también. ¿Acaba de despertarse? —Saber que Andrei había entrado a la habitación mientras dormía provocó que mi pulso se acelerase.

¿Aún estaba en casa?, ¿Cuando volvía?

—Si —afirmé—. En un rato la visto y vamos a visitarte —dije haciendo cucamonas al mismo tiempo a la niña, que sonreía por escuchar la voz de su madre.

—No hace falta —contestó rápidamente—. La operación fue bien y todo está en orden, he firmado el alta voluntaria y como tú estás en casa hasta que regrese Alejandro, todo está controlado. Andrei me recoge en un par de horas. ¿Contenta de no tener que soportar más a mi primo? —gimió—. ¿Que tal la noche? Casi me sorprende que no os hayáis lanzado cuchillos.

No. Precisamente eso, no hicimos.

—Nos limitamos a evitarnos —mentí—. ¿Por qué nunca me has dicho que le gusta cocinar? —pregunté recordando que había preparado la cena y apenas probé bocado.

—¿Y cuando te lo iba a decir? Odias a Andrei, eso incluye vetar cualquier información que tenga que ver con él.

Es cierto, era escuchar su nombre y mi oido cambiaba de frecuencia como en una radio para desconectar.

—Bueno, no importa. Estaba tan cansada que ni quiera cené —afirmé colocando a la niña en la sillita para tener las dos manos libres—. Así que si trataba de envenenarme, no le funcionó.

Las risas de Irina sirvieron para cambiar de tema y al final terminamos la conversación cuando la enfermera llegó para cambiarle el vendaje.

Me había preparado para enfrentar a Andrei cuando llegase a casa con Irina, pero ni siquiera se detuvo a entrar, se limitó a dejarle el bolso en la puerta y despedirse fríamente con la excusa de tener demasiado trabajo en la empresa. No volví a verle ni saber nada de él durante los días siguientes. Ni siquiera Irina le mencionó de forma casual como solía hacer siempre.

¿Me evitaba? Aquello no era una novedad, siempre nos habíamos evitado mutuamente, pero nunca habíamos estado tan cerca de acostarnos como aquella noche y mi cerebro no dejaba de darle vueltas repetitivamente por más que quisiera acallarlo y convencerme de que todo se arreglaría acostándome con un tío cualquiera cuanto antes.

Tal vez por esa misma razón acudí al gimnasio tras un turno doble cuando debería marcharme a dormir al menos siete horas antes de empezar otro turno también doble.

Llevaba corriendo casi veinte minutos sobre la cinta cuando un chico se colocó a mi lado. Bajé el ritmo a los pocos segundos para caminar de forma ligera y me quité los cascos, vi que él me observaba y sonreí sin mirarle, pero girando parcialmente el rostro hacia él.

Me dijo algo que no entendí, así que le respondí que solo hablaba inglés.

—¿Eres nueva? —preguntó en esa lengua.

—Si. Aún no domino el idioma, aunque espero hacerlo.

—Podría darte clases, si quieres, claro —contestó rápidamente.

—Me vendrían muy bien —dije girando mi rostro por completo para verle bien.

Alto, cabello oscuro, ojos marrones profundos, piel bronceada, cuerpo atlético y fornido, ausencia de barba y con unos hombros anchos que aseguraban poder cargar con mi peso.

Me servía perfectamente.

—Qué rapidez haciendo amigos —oí en un ruso marcado y perfecto que provocó que mi columna vertebral se pusiera completamente recta.

¿Que demonios hace él aquí?

—¿Que haces tú aquí? —exclamé con evidente conmoción.

—¿Lo mismo que tú? —preguntó aumentando el ritmo de la cinta y comenzando a correr.

—Oye —dije en voz alta para que Andrei me escuchara pero dirigiéndome al otro chico—. ¿Te apetece ir a tomar algo ahora?  —pregunté con descaro y el chico del que ni siquiera sabía su nombre asintió con tanta rapidez que casi tropieza con sus propios pies en la máquina.

—Me doy una ducha y te veo en la puerta —afirmé deteniendo la cinta y recogiendo el móvil y mis cascos.

—Alguien diría que estás desesperada —mencionó Andrei en nuestra lengua para que nadie se percatara de sus palabras—. El problema es que no va a funcionar, ninguno lo hará.

—Déjame adivinar... ¿Por qué ninguno eres tú? —gemí con la risa ahogándome la garganta.

—Podría, pero no —negó—. Ninguno sabe darte lo que buscas —afirmó manteniendo el ritmo de carrera conforme me hablaba.

Yo habría perdido el aliento hace ya un buen rato...

—¿Y qué es lo que busco según tú? —pregunté y después me arrepentí, ¿Por qué le daba coba?

—Buen sexo, sin compromiso, sin nadie que te agobie, ni te presione, ni te coloque en una situación que no quieres estar. Alguien disponible cada vez que quieras, que te complazca y te lleve al límite, que finja que no le importas, pero que te haga gritar de placer cada vez que te toca.

El nudo en la garganta bajo hasta el pecho y comencé a sentir como mi corazón latía con tanta premura que amenazaba con dividirse en mil partes. ¿Como es posible que alguien que me odia, que me detesta, que lleva años evitándome... me conozca mejor que yo misma?

 me conozca mejor que yo misma?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El Diamante RusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora