DIEZ EN UNA NOCHE

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La ducha

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La ducha. El sillón. La cama. El escritorio. El armario. Frente al espejo. La moqueta. El lavabo. La ducha de nuevo.

Diez polvos en una noche habían puesto el listón muy alto. Tal vez era una señal clara de que no había que repetirlo. Y no dejaba de repetírmelo mientras me colocaba el sujetador deportivo a toda prisa antes de que Andrei pudiera regresar, ya que había ido a por sus cosas o a vestirse a su habitación con la intención de volver.

Igual me estaba preocupando por nada, conociendo a Andrei, lo más probable es que fuese una excusa para desaparecer a pesar de que hubiera mencionado que discutiríamos una vez acabada la noche lo de repetirlo.

¡Joder!, ¡Me he acostado con el maldito Andrei!, ¿Como narices miro ahora a Irina a la cara sin decírselo? Mejor aún, ¿Como voy a mirarme en el espejo después de recriminarme más de media vida que jamás me acostaría con semejante cretino? Lo mejor ahora era no pensar, sino salir de allí como si solo fuera un mero recuerdo que no volvería a suceder. Así que metí toda la ropa revuelta, incluyendo el bañador aún húmedo en la mochila de deporte y abrí la puerta sin siquiera repasar si me estaba olvidando algo en la habitación, me daba igual, lo único que pretendía en ese momento era fugarme como un ladrón fugitivo que escapa antes de que lo encuentren.

Mi huida terminó en el momento que vi clavado a Andrei en la puerta con la intención de llamar conforme yo trataba de meter la mano por la chaqueta, al mismo tiempo que cogía la tarjeta de la habitación y no se me caía la bolsa con la ropa.

—A menos que tengas el pensamiento de alojarte en un hotel, sé donde vives. Sé donde trabajas. Sé donde encontrarte. No puedes huir de mi, ni de esto eternamente.

Maldecí en mis adentros y deje de luchar contra la cazadora dejando que se quedase a medio camino entre el codo y el hombro conforme jugaba con la tarjeta que habría la habitación entre mis dedos.

—No hay ningún "esto" —indiqué a Andrei —sin dejar que entrara—. Mira —continué—. Ha estado muy bien, los dos lo hemos pasado bien, pero no va a llevar a nada, así que sería mejor si fingiéramos que no ha sucedido, que es como si hubiéramos pasado la noche con alguien desconocido del que se nos ha olvidado su nombre y hemos perdido su número.

Vi como Andrei alzaba una ceja y daba un paso hacia mi.

—Has tenido diez orgasmos esta noche gracias a mi y te aseguro que puedo darte el undécimo antes de que cruces el umbral de esta puerta. Si un desconocido te hiciera eso, te aseguro que no olvidarías jamás su nombre.

Creído de mierda... pero tenía razón, demasiada razón aunque no pensaba reconocérselo.

—No eres especial, Andrei —contesté tirando el macuto al suelo de la habitación—. Puede que lo de anoche estuviera bien, pero tampoco para ser memorable...

Percibí su respiración como si estuviera tratando de controlarse y las aletas de su nariz, al igual que la vena de su cuello, indicaban rabia. Puede que para otra persona pudiera pasar desapercibido, pero no para mi.

El Diamante RusoWhere stories live. Discover now