¡Piso nuevo!

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¡Piso Nuevo!

Aun me acuerdo de la primera vez que vi este apartamento, me enamoré de él. Con vistas al centro y unos vecinos que a primera vista parecían bastante agradables.

–Tiene todo lo que estaba buscando, me quedo con él– la señorita que me acompañó a visitar el piso me sonrió con alegría.

[...]

Llevo viviendo aquí dos semanas. Me tumbé en el sillón mientras sostenía un libro en la mano y pensé en las horas que me esperaban de dulce lectura. Después de una seman ajetreada entre papeles, llamadas y sonrisas falsas a clientes. Lo que mas me relajaba era una tarde de sábado, sentada en mi sillón con una buena lectura.

No pasó mucho rato cuando oí como alguien subía y bajaba las escaleras, hablando consigo mismo y refunfuñando. El ruido al cabo de unos minutos se hacia insoportable. Sobretodo cuando se acababa y luego volvía de nuevo. 

Me levanté algo enfadada y caminé hasta la entrada del apartamento. 

Salí y me asomé un poco. Un hombre de unos aproximadamente veinte años cargaba una caja mientras insultaba al dueño del piso por no tener un ascensor.

–¿Perdona, puedo ayudarte con algo?

El hombre que estaba enfrascado en insultar y quejarse se asustó al oír mi voz. Se paró delante de mi puerta y pude admirar sus ojos marrones, entre sus llamativos labios, llevaba un cigarrillo, que tembló entre sus labios. 

Dejó la caja en el suelo y se quitó el cigarrillo de la boca.

–Tengo unas guitarras abajo, si crees que puedes cargarlas, te lo agradecería de corazón– sonreí, salí del apartamento y cerré la puerta. Mientras iba bajando las escaleras pensé en lo bocazas que había sido. 

¿No podrías haberte puesto música o algo? no... asómate para ver qué está pasando.

Pensé sarcásticamente.

Una vez en la entrada del edificio vi el montón de cajas que había allí, con mi mirada busqué algo que fuese parecido a unas guitarras. Apoyadas al lado de la pared había tres fundas negras. 

Sin duda alguna esas tiene que ser las guitarras.

–Vaya, esto pesa más de lo que imaginaba– murmuré cogiendo una de las fundas.

Cuando acabé el primer viaje, empecé a entender los murmullos del nuevo vecino. Subir hasta el quinto con cajas que pesan un montón no es muy buena idea. 

Tardé como diez minutos en subir todas las guitarras y dejarlas en el salón del vecino. Antes de salir de su apartamento le oí suspirar.

–Ya era hora– susurró una vez que estuve a su lado. Reí ante su enfado. 

–Creo que ya va siendo hora de que me vaya, si necesitas mas ayuda vivo en el cuarto– dije con una sonrisa.

Le vi llevar la mano a su nuca y masajearse un poco. Parecía algo incómodo.

–Bueno, la verdad es que me gustaría pedirte un favor.

–Soy todo oídos.

–¿Podríamos comer juntos? Mis amigos me han dejado plantado en el último momento– un silencio algo incómodo se formó entre nosotros, era interrumpido solo por los soplidos de los hombres que traían las cajas.– Además es una forma de agradecerte por venir a ayudarme, has sido la única que ha venido apesar de casi gritar por todo el edificio– reí ante su exageración.

–Bueno, está bien, no me vendrá mal salir de mi rutina.

–Por cierto me llamo Yuu Shiroyama, pero me conocen como Aoi.

–Encantada, soy Suzu Akane.

Nuestros ojos se cruzaron en una intensa mirada mientras nos dábamos las manos. 

¿Quién me diría a mi que él haría que todos mis días dejasen de ser tan monótonos?


Espero que os haya gustado.

With love:

Michelle-Taisho14



[En edición] Mi agradable vecino [the GazettE]Where stories live. Discover now