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Apoyé mi espalda contra el tronco del árbol y me sequé el sudor de la frente. Tenía la respiración entrecortada, pero aún así no podía dejar de reír. Apreté la botella de agua y un pequeño chorro se estampó contra la cara de Emily.

—¡Para!— chilló y luego me devolvió el gesto. Era, en algún punto, refrescante.

—Es lo que te mereces por no seguirme el paso— dije entre jadeos y me senté en el suelo cruzando las piernas.

Nos quedamos en silencio, mirando al rededor y bebiendo de nuestras botellas. Hacía un calor sofocante, el sol daba de lleno contra los adoquines del parque donde los niños jugaban felices.

El césped estaba un poco más fresco.

Con disimulación humedecí mis guantes de cuero y apuré el resto del contenido del envase. Aún quedaban dos kilómetros para cumplir con mi entrenamiento diario.

—¿Lista?— pregunté.

—Solo cuando me des una explicación real al por qué de los guantes— masculló Em y se recostó—. Sin evadir el tema.

—No seas floja, vamos— exclamé rodando los ojos. No podía inventar una buena excusa en aquel momento—. Me lo estás poniendo muy fácil, Emmy.

—Si te refieres a la carrera, entonces sí. No tengo interés en esforzarme por ganarte.

Me mordí el labio inferior y me puse de pie. No iba a quedarme mucho tiempo más atrapada en aquella conversación que no nos llevaría a ninguna parte; así que comencé a correr para acabar antes.

En un par de horas llegaría a casa y no tendría otra opción que meterme de lleno en los libros. Aún tenía que esperar a que la carta de aceptación de Stanford llegara, pero tras un año sabático sin haber tocado mis notas, ya había perdido el habito de estudio.

Dejé que mis pies me llevaran por el circuito que recorría todo el parque y apenas me detenía a observar a la gente. Lo único en lo que pensaba era en acabar con la rutina diaria y llegar a casa.

En menos de lo que había pensado mi móvil sonó a modo de alerta de que ya había cumplido con mi objetivo de diez kilómetros del día.

Me frené en seco y me detuve algunos minutos a recobrar el aliento. Ya no tenía agua, otra razón por la cual quería regresar pronto.

Marqué el número de Emily y la llamé. No tuve que esperar mucho para que contestara.

—¿Sigues en el mismo lugar?— pregunté en un susurro. Mis pulmones no aguantaban si quiera pronunciar las palabras con más fuerza.

—No. Me encontré con Luke y estamos yendo a por un helado.

Apreté los párpados con fuerza. Me dolía escuchar aquello.

—Perfecto.

La escuché gruñir fuertemente y luego me colgó. ¿Qué podía hacer? ¿Ir a buscarla y humillarla o regresar a casa en silencio y tragarme todo lo que en aquel momento quería gritar?

Ninguna de las dos opciones eran lo suficientemente buenas, pero me atraía demasiado encerrarme en mi habitación y recostarme. Suspiré y lentamente comencé a caminar hacia el lugar donde había aparcado mi auto.

Desactivé la alarma, atenta a lo que sucedía al rededor -tenía la extraña manía de desconfiar de cada persona que se me acercaba- y me metí rápidamente dentro.

Con el motor encendido, pisé el acelerador y en veinte minutos ya me encontraba de pie en el porche de mi casa. No podía encontrar mis llaves dentro de mi bolso y cada segundo que pasaba, más me irritaba.

FutureWhere stories live. Discover now