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-¿Tess? ¿Eres tú?- escuché la voz de mi padre en lo alto de las escaleras y me apresuré a secarme las lágrimas.

Si él, más que nadie en en casa, me veía llorando todo podía derrumbarse. De alguna manera yo era el pegamento que nos mantenía unidos. Si yo me derrumbaba, todo se vendría abajo junto conmigo.

Me aclaré la garganta y no respondí hasta que estuve segura de que no me fallaría la voz.

-Sí. ¿Quieres algo de la nevera? Estoy a punto de subir a darme una ducha.

-Una manzana no me haría nada mal.

Mi padre y yo teníamos una especie de código para comprendernos. Cuando uno de los dos pedía manzanas al otro significaba que era hora de comer uno de los chocolates que manteníamos ocultos en el pequeño armario de limpieza.

Sonreí con sinceridad, busqué el más grande que había y subí la escalera corriendo, ignorando mi tobillo ahora hinchado. Como lo supuse, allí estaba él, de pie y esperándome con los ojos entrecerrados a causa de la enorme somrisa dibujada en sus labios.

Lo estudié durante un segundo y me lancé a sus brazos. Necesitaba un abrazo de esos en ese momento. Inspiré profundamente para que su aroma me inundara las fosas nasales y luego me aparté gentilmente.

-¿Todo en orden?

Asentí con la cabeza y sonreí un poco más solo para que no sospechara nada. No era la mejor persona para contarle de mi casi-secuestro.

-¿Me prestas tu móvil? Se me pardió el mío- hice una mueca y él soltó una carcajada. Mi padre no se preocupaba por cosas materiales, por lo que poco le importaba mi teléfono.

-Claro- me tendió el suyo-. ¿Saldrás esta noche?

Hice un extraño movimiento con la cabeza y tras plantarle un beso en la mejilla me encerré en el baño para darme un baño. Encendí la pantalla del pequeño aparato y me sorprendí al encontrar una foto demasiado vieja de nosotros. No la habíamos tomado con una buena cámara; era de cuando yo tenía tan solo seis años. Esa misma fotografía estaba escondida en mi habitación, lejos de mi madre ya que, si la encontraba, la rompería en pedazos y se enfadadaría conmigo.

¿Por qué? Por mi hermana.

Emmy no era el problema. En esa época ella tenía dos años y solo sabía decir unas cuantas palabras sin balbucear. Lo que la enfadaría demasiado era Holly, la mayor. Desde que nos había abandonado decir su nombre en casa era como invocar al diablo. Y mamá no lo toleraba.

Suspiré. Holly se veía tan feliz allí, colgada del cuello de mi padre y tomándome la mano. Siempre habíamos sido muy unidas por lo que me había costado superar su partida.

Apreté los párpados con fuerza. No. No tenía tiempo para eso. Dirigí missojos en dirección a la hora y casi entro en pánico. Ya debía estar a punto de comenzar a anochecer y hacía una hora que debía ir a la casa de Court.

Debía de estar hecha una furia.

Marqué rápidamente su número y me convencí de que solo había tomado la llamada porque no había aparecido mi número en la pantalla.

-¿Hola?- dijo al segund tono.

-Court, soy yo. ¡Lo siento mucho! Se me ha hecho un poco tarde... No puedes imaginarte por todo lo que he pasado esta tarde.

-Oh. Eres tú.

Me mordí el labio inferior y maldije interiormente. Claro que estaría molesta. ¿Cómo se pondría cuando le dijera que no podía ir a la fiesta?

-Supongo que no quieres oír mi historia.

-Excusas- espetó y casi pude verla rodando los ojos.

-Juro que es cierto, fue la peor tar de mi vida. Un chico que me crucé por la calle...

-No me interesa escuchar tus pretextos. ¿No vendrás cierto?

Golpeé mi frente contra la puerta del baño lo que me arrancó un gemido de dolor. Nota mental: tomar una aspirina para los dolores.

-No, pero sería genial que...

-Nada. Puedes verlo, ¿cierto, Tess? Sé que a veces te resulta difícil ser mi amiga porque debes decir que sí a todo. Pero hoy... hoy te necesitaba aquí. No podrías entenderlo, claro. Tú eres tú- su voz se quebro, lo que me produjo ganas de llorar. ¿Era posible que realmente Court tuviera una razón importante para hacerme ir allí?

-Court, escucha. Por favor- supliqué encendiendo la ducha.

-Ya está. Puedes quedarte con el vestido. De todas formas lo compré para ti.

Y colgó.

¿Un vestido? ¿De qué estaba hablando? ¿Era posible que hubiera traido uno de sus vestidos hasta mi casa?

De pronto todo se aclaró en mi mente. Claro que lo había hecho, lo que era terrible porque significaba que la invitación no era un estúpido deseo más. Era un pedido de ayuda. ¡Ni siquiera me había dado cuenta de los hechos que demostraban aquello! ¡Era tan estúpida! Todd y ella habían roto hacía meses, ¿cómo podía haberme olvidado?

Me di el baño más rápido de la historia y corrí envuelta en una toalla hasta mi habitación. Efectivamente, sobre mi cama, colocada con mucho cuidado, había una bolsa negra, de las que usas cuando tu ropa es demasiado costosa y no quieres que se ensucie.

La abrí con ansiedad y no pude evitar sentir una punzada de culpabilidad en el pecho al ver el precioso vestido dentro. No era niguno que Court hubiera usado con anterioridad. Era cierto: lo había comprado para mí. Y le había costado una fortuna. En un costado estaba pegado el recibo de la tienda con una dirección anotada a puño y letra.

Mierda.

Me lo puse rápidamente y solo me detuve para subir la cremallera y observarme en el espejo. Era verde, sencillo y resaltaba mis ojos. Mi amiga sí que sabía sobre moda. Sonreí y me maquillé con simpleza. No era conocida por ser la mejor amiga del labial y la máscara para pestañas, pero al parecer los necesitaría para este evento y agradecí que Emily tuviera un poco.

Encontré unas sandalias de tacón alto en el armario de mi padre y tras cepillarme el pelo tomé las llaves del auto.

-¿A dónde vas así vestida, hija?- preguntó mi padre entrando en la sala con una pequeña sonrisa ladeada.

-Courtney me necesita en una fiesta- hice una mueca cuando se le escapó una risa. Le tendí su móvil-. Ten, gracias.

-Quédatelo, le darás más uso que yo.

Sonreí, le di un beso fugaz para no ensuciarlo con labial y salí de la casa. Tan rápido como pude encendí el motor e inicié el viaje. Desafortunadamente, la fiesta era en el club de golf de las afueras del pueblo y tardé media hora en llegar; pero cuando lo hice no perdí tiempo en bajar y mezclarme entre la gente.

Un mozo pasó a mi lado cargando una bandeja de champagne y no pude evitar sacar una copa y tomar un largo trago. La música era demasiado lenta y aburrida y el único sonido fuerte era el de las risas musicales y ensayadas de las señoras adineradas.

Caminé entre la gente sintiendo cómo algunas personas se volteaban a verme. Claramente yo no pertenecía a aquel lugar.

Tardé una buena cantidad de minutos en localizar a Court, y cuando lo hice la encontré en una esquina apartada, como si estuviera siendo acorralada por dos mujeres esnob y un hombre demasiado bajo como para llegarle a los hombros si quiera. Todos estaban riendo, menos ella que tenía una mueca de tristeza en la cara.

Decidida a salvarla comencé a caminar en su dirección con paso firma hasta que alguien me agarró del brazo y me volteó.

-¿Teresa?

Y se me cayó el alma al suelo.

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⏰ Última actualización: Dec 18, 2015 ⏰

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