005

837 134 11
                                    

"Los camiones que venían a llevarlos fueron atacados en el camino, la proxima seran llamados."

La voz del oficial a mando resonó hacia los veinte chicos reunidos en el campo de tierra seca, todos asintieron y comenzaron a sacarse las gorras, caminando a sus casas. Algunos felices y otros confundidos; lamentados, tal vez deseaban ir para simplemente morir y que ya nadie les jodiera la vida. Min refunfuño y camino con su saco al  hombro, viendo como su hermano y el resto de los chicos se iban hacia el callejón al que siempre recurrían.

"No te preocupes, prometo no meterme en problemas." La sonrisa de su hermano demostraba frialdad.

Y eso a Min no le gustaba.

Pero decidió confiar en el peli negro y siguió caminando hacia su casa, abrigados, porque el frío se estaba haciendo presente.

Hyungwon suspiro, le mentía a su hermana por mas que supiera toda la verdad. Odiaba hacer eso, odiaba tratar a su hermana como una estupida, pero era lo minimo que podia hacer. Fingir que todo estaba bien en un mundo de mierda.

El chico sonrió nuevamente hacia sus amigos y comenzó a caminar hacia aquel túnel en que pasaban el rato, hablando, sonriendo, contando historias y chistes. Ser solo chicos normales. Observaron aquel puesto por el que siempre pasaban, saludando a los ancianos con una cálida sonrisa, la cual estos aceptaron.

Pero lo mismo de siempre tuvo que ocurrir.

Los policías comenzaron a acercarse, tratando de destruir el humilde puesto de los pobres ancianos. Y ya realmente estaban cansados de ello.

Comenzaron a interferir, sin poner puño de entre medio, sólo provocar. Jooheon tomó el arma de uno de los oficiales y se apuntó a sí mismo, retandolo.

Hyungwon tomó una pequeña flor azul, y la colocó en uno de los bolsillos del policia, con una sonrisa.

Dos horas después, Hyungwon tomó rumbo para su casa. Los oficiales habían dejado de molestar y eso a el chico lo hacía feliz; por lo menos se sentía bien proteger a personas que no pueden.

Sus pasos se convirtieron en dobles, cada vez más pasos se acercaban hasta que sintió un golpe.

Dos golpes.

Tres. Cinco. Diez. Veinte.

La cara, las piernas, los brazos ¿Qué era sentirlos?

"¡Papá, déjalo!"

La cabeza de su mejor amigo de color platino se hizo presente, y sonrió.

Ni a punto de morir, Minhyuk se iría de su lado.

survive · monsta xWhere stories live. Discover now