Los Philipps Bam.

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"Philipps Bam"

 Aun, después de tanto tiempo, no hay nadie que haya escuchado este apellido y no haya pensado "Los Malditos".

Aún, tras largas décadas y veintenas, no hay nadie que tras ese apellido que no haya sentido temor o interés. Ambos a lo desconocido.

Temor por saber de que o de quienes se tratan. ¿Demonios? ¿Humanos? 

Interés de encontrarlos. ¿Asesinos? ¿Sicarios?

Personas que aparecen y desaparecen. Llegan, los conoces de vista, y se van. 

Hay suerte si alguno te dice su nombre. Se sabe de ellos, que los ocultan tras otros.
Tienes suerte, si vuelves a ver al mismo más de una vez y vives para contarlo.

La historia es remota, vieja y antigua. Pero no a cambiado un ápice de la realidad que encierra.
Humanos vinculados con demonios. Humanos que roban Almas para sus demonios.
¿Compañeros o esclavos? 

Humanos que... ah, no. Ya no son humanos.

Cuenta la historia que los Philipps Bam, fueron los hijos adoptivos de una de las nanas de la infancia de su Majestad Rin Fürstenberg, que en paz descanse.

Pasaron la infancia en palacio. Instruidos en el arte de la lucha para la guerra.
Guerras que ganaron, otras que perdieron. Y  una, en especial, que les costo la vida.

No es recomendable para ningún reino enviar a sus soldados a una muerte segura.
Se sabe que los soldados y caballeros les deben devoto. Y por ello, deberían de cuidarlos.
Pero no, la reina Rin Fürstenberg, y su marido, cuyo nombre no recuerdo, y que siempre le llevaba la razón como si ella aun de una niña pequeña se tratase, enviaron a todos sus soldados. No escuchó consejo y los lanzó al abismo.

Nueve de aquellos soldados, que se trataban de aquellos hijos adoptivos de una de las nanas de majestad, se negaron. Discutieron y replicaron ante la reina hasta que ésta lo sentenció todo con un sencillo "Que los degollen."

El pueblo fue testigo de la sangre derramada por aquella guadaña que portaba el verdugo. Sus cuerpos, fueron amontonados. Sus cabezas, se repartieron en tres cestas; tres cabezas por cada cesta. Y así tal cual, fueron abandonados.

Aquella.. ¿cómo llamarla? Nigromante. Ella, fue la que decidió pasar un buen rato jugando con sus almas. ¿Los salvo? No. Los vinculó a nueve demonios. Sentenciándolos a una larga vida en manos de ellos. No obstante, aquella Nigromante creyó que su intento había sido en vano, pues los cuerpos no se movían. Aguardó minutos, horas y días. 

Hasta que se cansó, dejando los cuerpos en mitad de un camino. Cual juguetes rotos.

Un día, cuando los cuerpos eran prácticamente un montón de huesos, un humilde monje que pasó por el lugar se percató de los cuerpos. Después de ver aquello, ¿cómo dejarlo así? Para él, ahora su deber era darles un descanso eterno para luego continuar con su recorrido.

Y así lo hizo. Enterró los nueve cuerpos en fila acto seguido rezándoles una humilde oración y continuó con su camino sin más demora.

¿El reino? Como era de suponer, fue derrotado.

¿La reina Rin? En vez de ser asesinada, la pusieron de esclava. No había dolor mayor pues su honra era pisoteada y eso era lo que a ella más le dañaba.

¿El rey de adorno? Escapó antes de que aquello diese comienzo, pues, era consciente de lo que iba a pasar. ¿Por qué no le informó a su "amada" esposa de lo que presentía? Eso sería acabar muerto igualmente solo que con público, que lo hacía más humillante que el escapar. Ya que, todos los que lo recordaban estaban muertos, ¿qué más da?

Los guerreros, todos muertos. Tsk, fidelidad. Aquello fue lo que acabó con sus vidas.

Transcurrieron los años.

La 'ex-reina' se suicidó. ¿A alguien le importó? A nadie. Tras la muerte de ésta su aún legalmente, pero no amado, esposo ya si que había caído al olvido por completo. Solo que, no le sirvió de nada pues murió un par de años antes que ella. Marcharse sin un plan de adonde ir, o de qué alimentarse fue mala idea.

Seguían transcurriendo los años. Llegó a pasar diez en total desde el privado funeral de los nueve hermanos, hasta que sus tumbas fueron removidas. Despertaron.

Comenzaron a salir todos por sí mismos de bajo tierra. ¡Menos mal que el monje no se dedicó a enterrarlos muy hondo!

Estos se miraban unos a otros. Algunos extrañados, otros, asustados.

Sus recuerdos eran borrosos. Sus ideas de la vida diferentes. Sus energías, les parecía infinita. Sentían poder y sed de venganza. Una sed a la que ningún ser mundano podría sentir.

¿Qué hacer respecto a eso? Acostumbrarse. ¿Había otra cosa?

No se podían explicar nada, pero sí comenzar una nueva vida. ¡Esta era una oportunidad!

Había un problema. Uno más grande de lo aparente.

Sus nuevos cuerpos proporcionaban algo.. sobrenatural. Algo que asustaba a la gente allá adonde iban. Gracias a ellos se salvaban de ser degollados nuevamente, o ser quemados injustamente.

Y así iban de pueblo en pueblo. Buscando un hogar, para luego ser rechazados.

Un día, encontraron a alguien que los podía ayudar. Era aquel ángel caído llamado Lucifer. Después de rebelarse ante Dios guiado por su soberbia, y caer, decidió que aquello no acabaría así. Aquellos nueve hermanos eran clave. Solo que necesitaban un guía pues sus poderes no se aprovechaban como se debería. A cada uno se le asignó un pacto con uno de los nueve demonios que deseaban darle la guerra a Dios junto a Lucifer. Mas, se necesitaba algo. 

¿El qué? Millones de almas. ¡Eso es! Con ellas, los demonios conseguían incrementar su poder, y ahí entraban los Philipps Bam. Ellos se encargarán de conseguirlas. ¿Sería fácil? No. ¿Lo lograrán? Sí.

Seguían transcurriendo años, esta vez, también décadas, y, ¡hasta siglos!

La inseparable familia llegaron a trabajar de sicarios durante esos siglos. Así se ganaban la vida. Aquella afición les traía mucho beneficio pues: Lograban conseguir dinero para alimentos, practicaban e incrementaban su poder, y de paso, conseguían alguna que otra alma.

Actualmente, tienen unas miles de almas, y sus poderes, ya eran algo más de la mitad descubiertos, otros, estaban completos. ¿Cuánto tiempo queda? Quien sabe. Sólo se sabe que deben de vivir entre los humanos como unos de ellos ahora que saben actuar como tales.

Entre los nueve hermanos destacaba un pequeño cuerpo. Un pequeño cuerpo que inspiraba ternura y alegría a simple vista. Una tierna sonrisa siempre se lucía sobre ella, y que a la más dulce locura podría transportarte. 

Dxöw.Where stories live. Discover now