Rin Szttchizzophè Wćijizzdxöw. Inicios.

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    Como hija de un demonio bastante atractivo, y de una bellízima ángel, Rin era uno de los ángeles más hermosos que habitaba en el cielo. Era la favorita de la mayoría de los habitantes, pero, sobre todo de los varones. Sus ojos dorados enamoraban a cualquiera.

En ella no sólo veían una gran belleza física. Tenía una gran personalidad, y las alas más blancas y grandes del lugar. Esas alas cuya altura era mayor que el de la chica propia.

Su vida cotidiana estaba llena de sonrisas, felicidad, y canciones. Muchas canciones. Cantaba como el ángel que era. A veces parecía que su melódica voz hacía que el sol brillase más.

Su sueño, simplemente, era bajar al mundo humano para visitar a los pájaros. Se identificaba con ellos, por lo que le habían contado: ambos amaban volar, ser libres. Sus alas son su bien más preciado. Y, por supuesto, cantar.

Había oído sobre el cantar de los pájaros. Le habían comentado que sus canciones no eran tan melódicas y dulces como las de ellas, pero que al oírlos, se les venía semejanza entre ellos.

Solamente deseaba eso. Pájaros.

Lamentablemente, ningún ser terrestre era capaz de subir tan alto. Ni siquiera el más alado. Simplemente por ser terrestre.

Aquello la entristecía, pero no le impedía seguir sonriendo.

Toda vida no puede llegar a ser solamente feliz. Esa felicidad, debía de ausentar.

Como muchos deseaban la compañía de aquella encantadora joven, otros, deseaban su perdición. O mejor dicho, otras.

El cielo, por ser cielo, no es todo pureza. Algunas pecaban de envidia.

Un día, los súbitos de Satán, en gran mayoría, fueron a por la joven. Intentaban violar la entrada para hacerse con ella.

¿Por qué ella?

Porque Satán había oído de los labios de Adramelech que su compinche, Ginebra, tenía una medio-hermana mayor que ella. La cual se trataba de el ángel más hermoso que podría encontrar. Al entrar esas palabras, no textuales, en sus puntiagudas y rojas orejas, se le ocurrió la brillante idea de hacerse con ella para, a parte de presumir de su fama, presumir de amante. Aunque esta sea forzada.

Los ángeles que adoraban a la joven, al enterarse de que iban en busca de ella, fueron a impedir tal violación al cielo. No harían falta muchos ángeles, pero todos asistieron. Mientras que Rin era protegida, o mejor dicho, "protegida", por un grupo de, exactamente, cinco ángeles.

Aquellas pidieron y hasta rogaron ser la seguridad de esta. Pero, realmente, no era su seguridad lo que querían proteger realmente.

Una vez a solas, cuando Rin estaba cantando lo más alto posible para que sus amigos la escuchasen, aunque era consciente de que eso era imposible, sintió una cadena rodeando su cuello acto seguido apretándose entorno a este. Cuando apenas podía percatarse sus miembros fueron atrapados igual.

Su cuello, muñecas, y tobillos, eran presionados por cadenas más oscuras que la noche.

Su vista se estaba volviendo borrosa cuando las figuras de sus cinco "protectoras" aparecieron ante ella, con las cadenas que la dañaba en la mano. Nunca olvidará esas sonrisas burlonas que se reflejaban en sus grotescos rostros.

«¡Já! Miradla.» - Decía una de ellas.

«Es patética...» - Se oía la voz de una segunda.

Dxöw.Where stories live. Discover now