Capítulo 3

26 3 4
                                    

Armando se encerró en su cuarto, encendió la TV, vio las imágenes y escuchó los sonidos, las noticias eran las mismas siempre. Sujetos con fuerte armamento que era más avanzado y letal que el de la policía asaltaban bancos, carros blindados, joyerías y siempre lograban escapar sin que puedan detenerlos. O planeaban muy bien sus golpes, o tenían informantes en los establecimientos que robaban, o bien en la policía. Lo segundo era lo más probable. 

Siempre escuchaba las noticias y siempre era lo mismo. No sólo a él ya no le sorprendían, sino que la misma gente parecía ya acostumbrada a la nueva mafia que gobernaba el país y nadie sabía siquiera quienes eran. Daba igual, su cerebro estaba siempre en otro lugar, en otro tiempo, muy lejos de ahí. Veinte horas en tren sólo lo habían distanciado físicamente de lo que lo tenía distraído.

La televisión se escuchaba distante. Su mente seguía allá, lejos, en Dinara, al otro lado del país. Pensaba en ella, en sus ojos, en sus labios, en esa sonrisa que lo hizo enamorar un día, en su voz... fue inevitable pensar en las últimas palabras que le había escuchado decir.

Sus lágrimas rodaron una vez más silenciosamente por sus mejillas, lo mismo había ocurrido más temprano en el trabajo. Lo mismo había ocurrido todos los días desde hace cinco meses de que había llegado a la ciudad y cuatro desde que empezó a trabajar en la planta. Esa mañana tuvo su primer llamado de atención cuando la alarma de su máquina había estado sonando por dos minutos antes de que él pudiera reaccionar.

-Desde que llegaste has estado distraído, pero nunca había pasado esto-dijo el jefe- debes agradecer que no había tóxicos en este cargamento.

-Lo sé jefe, lo siento. Resolveré lo que me tiene así y no le causaré más problemas señor.

El muchacho seguía distante frente a la TV, su mente viajó en el tiempo hasta cinco meses atrás cuando decidió renunciar a su carrera, a sus sueños y a su pasado. Solo que su pasado lo perseguía, en forma de mujer, en forma de ella.

Habían pasado cinco meses ya desde su encuentro con el viejo en el tren, pero esa conversación aún le perturbaba. Seis meses ya desde que había dejado a su amada. Sería suficiente tiempo ya? Sería acaso este el momento de volver? Siempre pensaba en las palabras del viejo.

-Este tatuaje?-había respondido el viejo mientras se lo cubría con la mano derecha. -Hace mucho que lo tengo, había olvidado que lo tenía.

-Pertenece usted a la fuerza?

Sí, estoy a punto de retirarme, de hecho, esta es mi última misión. El tatuaje nos lo hicimos con mis compañeros de pelotón cuando era yo un novato.

-Lo mismo hicimos nosotros -había dicho el muchacho. -pero creí que éramos los primeros.

-Lo sé -había reído el viejo. Esa parecía ser su frase favorita. -También sé que acabas de renunciar, aun cuando eras el mejor de la fuerza.

-Lo sé. -fue Armando quien había reído esta vez, pensando que el viejo había tenido acceso a su expediente y por eso sabía tanto. -Pero ya todo acabó.

El joven había dirigido la mirada de vuelta hacia la ventana.

-Todo estará bien-dijo por enésima vez el viejo- No dudes en volver a la fuerza en cuanto tengas la oportunidad de hacerlo. Acepta el consejo de este viejo.

-No creo que eso pase. -había respondido volteando nuevamente para descubrir que el viejo se había ido.  

Timeline (El Viajero)Where stories live. Discover now