Capítulo 4

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El teléfono sonó. El jefe se sorprendió al escuchar a quien solicitaban. Armando, que había llegado a la planta hacía ya quince años, nunca había tomado vacaciones, nunca nadie había preguntado por él, nunca nadie lo había llamado. Ni siquiera tenía teléfono móvil.

El joven no era tan joven ahora. No solo por los años transcurridos, sino también por no involucrarse con nadie. No tenía amigos en la planta ni en la ciudad. El hecho es que aparentaba más edad de la que realmente tenía. Y no necesariamente por su físico.

Armando, ahora convertido en un hombre adulto, entró incrédulo a la oficina del jefe.

-Quién me llama, jefe?

-No quiere decir. Debe ser algo importante.

El hombre escuchó atentamente a su interlocutor. Durante varios minutos escuchó a la otra persona en la línea. Él no habló. El jefe sentía mucha curiosidad, pues en quince años esta situación no tenía precedentes. Hacía cinco años le habían ofrecido un ascenso en la planta. Él no había aceptado, sin que el gerente lo supiera, por la misma razón que no se habría involucrado con nadie sentimentalmente ni tenía amistades tampoco. La razón era simple, la misma razón desde que llegó: Se iría pronto de la ciudad. De eso hacían ya quince años! De haber aceptado ese ascenso, cinco años atrás, los papeles estarían invertidos ahora, el jefe sería el operador más antiguo y Armando sería el jefe ahora.

-Quién era?-preguntó el jefe.

-Necesito el resto del día libre. -respondió sin siquiera levantar la mirada.

El jefe supuso que no le respondería. Eran apenas las diez de la mañana, pero cómo negar esa petición a un hombre que no había tenido vacaciones en quince años?

Armando se encerró en su cuarto, encendió la TV, vio las imágenes y escuchó los sonidos, las noticias eran las mismas de siempre. Sujetos con fuerte armamento que era más avanzado y letal que el de la policía. (Sí, lo mismo que hace 15 años!), pero su cerebro estaba en otro lugar, muy lejos de ahí. No paraba de pensar en la llamada que había recibido.

Al mismo tiempo, el recuerdo del viejo fue inevitable. Hacían quince años ya desde aquel extraño encuentro en el tren, pero el recuerdo de aquella extraña conversación con el anciano seguía vigente. El viejo había salido de la cabina del joven sin que éste se diera cuenta.

El muchacho se había levantado de su asiento y había corrido para ver al anciano alejarse por el pasillo.

-Hey!- había gritado Armando -Cómo te hiciste esa cicatriz en el pómulo izquierdo?
No tenía idea de por qué había hecho esa pregunta, cuando había muchas interrogantes mucho más importantes en su cabeza en ese momento.

El viejo había reído, no solo por la naturaleza de la pregunta, sino también por lo absurdo de la causa de la cicatriz.

-Esta cicatriz, me la hice de la forma más estúpida posible -respondió mientras se alejaba.

Esa noche el hombre tampoco pudo dormir. Se levantó del sillón donde había pasado la noche pensando en el viejo y en la inesperada llamada del día anterior.

Surgió en su cabeza la misma pregunta que nos hacemos todos. Por qué en tantos años no había vuelto? Las palabras del viejo seguían vigentes a pesar del tiempo transcurrido, volvería pronto a Dinara, en cuanto se sintiera mejor. Pero la respuesta era abrumadora. A pesar de los 15 años transcurridos, aún no lograba sentirse bien.

El hecho de enfrentarse a esa horrible realidad lo golpeó muy fuerte. Acaso estaba loco? Había tirado todos esos años a la basura por alguien a quien él seguramente ya no le importaba?

Cansado y atontado por la falta de sueño, caminó hacia el baño, tropezó y se golpeó de cara contra el espejo. Se rompió el pómulo izquierdo. Sonrió. No recordaba cuándo había sido la última vez que había sonreído.

Esa mañana hizo sus maletas, de hecho era su viejo bolso de camouflage con el que había llegado a Maesa quince años atrás. Fue caminando hasta la planta. Llegó a la oficina del jefe y dijo:

-Renuncio!

Timeline (El Viajero)Where stories live. Discover now