Jack. 2

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Las 9:00, hora de mi desayuno.

Recorro el salón con pasos lentos hasta el cajón donde están todas mis pastillas, mezcladas y desordenadas unas con otras. Remuevo todas las cajas y botes con mi mano derecha en busca de la que necesito.

Al principio solía llevar una alarma para cada hora, pero al cabo de los años mi cerebro ha conseguido aprendérselo de memoria. Además, el ruido de todas esas alarmas me resultaban más que insoportables.

Oh, aquí. Consigo localizar el bote que me toca, lo envuelvo con mi mano y lo coloco en frente mía.

La palabra ''Hipnóticos'' cubre casi toda etiqueta, en letras grandes y rojas. Para que todos los de tu alrededor se enteren perfectamente del medicamento que estás tomando.

Agito el bote y escucho el ruido de las pastillas chocar entre ellas y no puedo evitar formar una mueca de desprecio.

Abro la tapa con el pulgar de esa misma mano, haciendo que se caiga al suelo. Ladeo el tubo hasta que consigo sacar dos preciosas pastillas redondas, a las que ya estoy demasiado acostumbrado de verlas.

Suspiro, cansado.

Todos los días lo mismo: Te levantas, pastilla. Comes, pastilla. Psiquiatra, pastilla. Duermes, pastilla.

Un ciclo repetitivo de algo que parece no tener fin. Un ciclo pautado, con los mismos movimientos mecánicos sin ningún sentido. ¿Para qué? Todos sabemos que esto no lleva a ningún lado, que esto es lo políticamente correcto, lo que debes hacer si te "encuentras mal".

Pero todo el mundo sabe que las pastillas no reparan nada, solo te mienten y te inducen en un trance para que dejes de pensar en ello, de forma pautada, de forma mecánica.

¿Esto es lo que llaman: vida?

Encierro las pastillas formando un puño. ¿Acaso yo sé si quiera lo que es eso? Esto ha sido así para mí siempre. Esta es mi vida.

Mi pautada y mecánica vida.

Mis oídos se encuentran con el sonido de unas llaves encajando en la cerradura de mi puerta. Me quito esos estúpidos pensamientos de la cabeza y me trago las pastillas de golpe, nunca necesito agua. Recojo rápidamente la tapa que se había caído y me guardo el bote en el bolsillo de la derecha de mis pantalones.

Greta aparece en el umbral de mi entrada, con su uniforme puesto y su bolso enorme de cuero marrón de siempre. Al verme, se queda en el sitio, sujetando aún la puerta.

Debería estar en el instituto en este mismo momento.

-Jack-dice con un tono de sorpresa- No esperaba verte aquí, ¿te encuentras mal?

Sus ojos se juntan formando una mirada triste, como siempre hace cada vez que se preocupa.

-He tenido una pesadilla, se me olvidó tomar las pastillas para dormir-respondo con voz monótona- Iba a salir ahora para allá.

Si fuese por mí, me ahorraría el tener que ir a ese lugar infestado de tanta gente, pero Daniel me ha dado demasiado la tabarra con el tema de "debes abrirte más; intentar, poco a poco, que esa fobia vaya desapareciendo, blah, blah, blah".

-De acuerdo- contesta mientras cierra la puerta de forma lenta y elegante- Si te encuentras mal, puedes quedarte y te puedo preparar una tila-me sonríe de forma cariñosa.

Ojalá pudiese devolverle la sonrisa de la misma manera, o si quiera devolverle una simple sonrisa. Pero no lo consigo.

-Lo sé, no te preocupes.

Arrastro los pies por el salón y ella se espera en la misma posición en la que estaba, manteniendo la distancia de seguridad, hasta que hay espacio suficiente para que ella se dirija a la cocina.

Recojo la mochila del suelo, me la echo al hombro derecho y me subo la capucha de mi chaqueta, como siempre hago cuando me toca salir.

Coloco las manos dentro de los bolsillos de la misma y salgo por la puerta sin ni siquiera despedirme.

No es que Greta me caiga mal, ni mucho menos. Realmente agradezco que ayude con las tareas, me llene el frigorífico, me prepare las comidas necesarias y además, que me aguante.

Simplemente, no le tengo un cariño especial y no puedo mostrárselo. Aunque a ella parece darle igual, cosa que me alegra, supongo.

Camino lo más pegado a las paredes de la calle que puedo, intentando no romper la distancia de seguridad que necesito mantener con las personas.

Suspiro una vez más mientras observo los movimientos lentos de mis piernas. Observo como se doblan las rodillas y analizo cada movimiento que realiza el curioso mecanismo del cuerpo humano.

Cuando me doy cuenta, me encuentro en frente del insípido y gris edificio del instituto. Inspiro profundamente y me encamino hacia la entrada, con la imagen del cuerpo humano en movimiento todavía en mi mente.

 Inspiro profundamente y me encamino hacia la entrada, con la imagen del cuerpo humano en movimiento todavía en mi mente

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Ángeles caídos.Where stories live. Discover now