Capítulo 2

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Jack. Jack se veía exactamente igual al chico de la fotografía que estaba en la sala de su casa, la fotografía de la graduación, pero ese no era Jack, era su padre. Esos pensamientos atormentaban a Liam a la mañana siguiente, mientras escuchaba a una mujer quejarse del almacenero de su barrio. La predisposición no alcanzaba, el compromiso no importaba; Liam no podía mantener su cabeza en su trabajo.

- ¡Señor Collins! - exclamó la mujer -

Liam no podía mentir, casi se sentía mal en no poder atender correctamente a la mujer, es más, ella era como su cliente más asidua, hasta hacían chistes a veces. Sacudió su cabeza, intentando volver a la realidad.

- Sí, lo siento - se disculpo - podría... ¿podría repetirlo? -

La mujer no puso su mejor cara y podría decirse que Liam estaba perdiéndose nuevamente en sus pensamientos cuando un golpe en su mesa lo despertó de su ensoñación. Miró los papeles que habían caído en su escritorio y evaluó cuántas hojas eran, podía apostar a que eran más de cien; levantó su vista hasta el rostro de Lola, que los había dejado ahí.

- Señora Ramírez - la mujer la miró - la atiendo, si gusta -

Por supuesto que gustaba, la mujer quería resolver esto burocráticamente, no esperar a que Liam pudiera centrarse en el asunto. Alcanzó los papeles y suspiró. Balances. Odiaba los balances más que a cualquier cosa; trabajar en asistencia al cliente estaba bien, ayudar a personas que no tenían más problemas que haber sido estafados por su almacenero, la parte del balance era la parte que no le gustaba, si quisiera hacer balances hubiera estudiado contable o algo de ese estilo. Y si estudiara eso, no estaría en un mugroso edificio con una humedad espeluznante que lograba enfermarlo todas las semanas.

El edificio era gris, no había demasiadas ventanas y había cientos de paredes falsas formando oficinas. Cientos. Sólo eran algunas cuantas. Aún así era triste, trabajar en un lugar tan obscuro. Además, la gente ya casi no buscaba asistencia al cliente, habían aprenderse a defenderse solos, con amenazas, con su propia fuerza. Así funcionaba el mundo.

Que Liam jamás buscaba la ayuda de Lola era un hecho, que ella siempre lo estaba ayudando también lo era. Liam lo había analizado cientos de veces, por qué Lola lo ayudaba siempre, ellos no hablaban, hasta pensaba que Lola lo odiaba, tampoco estaba seguro de que le cayera bien, pero ella siempre estaba ahí cuando él tenía problemas. Llegó a la conclusión de que ella le tenía lastima.

Pero a pesar de sus análisis, siempre pensaba lo peor de las personas, quizás Lola no lo hacía con intención de recibir nada, quizás ella no quería agradarle, sólo quería ayudar, como ayudaría a cualquiera en la misma situación que Liam. No podía perder ese trabajo, no estaba seguro que pudiera conseguir otro igual, y necesitaba un trabajo en que no gastara todas sus energías, porque necesitaba pagar la renta y la universidad, y estudiar, que era fundamental para escapar de su trabajo. Las expectativas de los profesores de la UAC, Universidad de Arte de Cosmópolis, era que pudieran convertirse en profesores de escuela. Liam no aspiraba a tan poco.

A la hora del almuerzo, cuando cerraban el edificio por media hora, Lola y su vianda se presentaron en su oficina, ella tomó asiento en la silla reservada para los clientes. Liam la observó un tiempo, mientras tomaba las servilletas que ponía sobre la mesa para evitar que quedaran migajas. Ella sólo había llegado y se había sentado allí, comía su ensalada en silencio. A la mitad de su sándwich, Liam, lo dejó y se irguió en su asiento.

- ¿Qué haces aquí, Lola? - preguntó -

- Almuerzo - respondió y espero un rato para seguir hablando - estás más raro que lo normal -

- Buena observación - apuntó él, molesto -

- ¿No te lo dicen seguido? -

- Sólo lo escucharía seguido si las paredes o lo muebles aprendieran a hablar, Lola -

- Eso es triste -

- ¿Qué haces aquí? -

- Almorzando, Liam -

- No, ¿por qué trabajas aquí? - preguntó - sé que eres profesora de... ¿historia? -

- Geografía - dijo ella - ¿lo investigaste? -

- No, la escuché a Lila - apuntó él, volviendo a su sándwich -

Lola entonces se enfado, cerró el pote donde guardaba su ensalada, murmuró: eres un idiota Liam, pero sólo lo suficientemente fuerte para que lo escuche él. Liam no pensó en ella, no quería ni siquiera pensar en que significaba, ya había pasado la mitad de su día pensado en Jack, no quería pensar en Lola. En cambio, pensó en Summer, en su expresión cuando se enteró de quién era Jack, no es que él lo supiera, también se sorprendió, pero en el fondo de alegró de tener un hermano. Summer estalló en rabia, lo que era bastante sorprendente, esperaba que ella les lanzara un mirada a sus padres y se marchara a su cuarto, pero ella comenzó a lanzar cosas, no miradas, objetos. Jack era muy pálido pero Liam pensó que se desmayaría en el momento en que Summer se acercó a él, pero ella sólo presionó sus puños, ahí fue cuando le lanzó la mirada a nuestros padres.

Tuvo que quedarse a terminar su trabajo después de hora, su auto no quiso arrancar y tardó algo más de una hora en hacer que encienda y esa hora significó en las horas que pasó en la universidad; significó que sus profesores se pusieran de mal humor, que se atrasara en cada asignatura y que se sintiera paralizado todo el tiempo, como si no pudiera ser constante en nada. Detenerse en cada tarea que comenzaba significó que se atrasó quince minutos en cada tarea que debía entregar. También se fue tarde de la universidad.

Su apartamento no era mejor que el lugar donde trabajaba pero, por lo menos, tenía calefacción, y un gato para que se recueste en sus pies, cuando se encontraba en la casa, porque a Roy le gustaba mucho más la vecina. Liam solía entender a las personas que se alejaban de él, por lo que también entendía a su gato. Liam no era material de compañía.

No miró mucho, había polvo en todos lados, no tenía tiempo para limpiar, no realmente, prefería dormir al llegar a casa, prefería dormir los domingos, no esperaba llegar a casa tomar los objetos de limpieza y comenzar un jornada interminable. Por otro lado era bastante acogedora, tenía una cama en medio de la sala, que tenía varios edredones y, por más que nunca volteaba el colchón, aún seguía siendo muy cómoda, había un baño y una cocina. Liam no precisaba más que un lugar para dormir.

Llamó a Roy tres veces, apareció a la tercera, era un gato gordo, quizás hasta era más saludable que Liam, y llegó desperezándose.

- ¿Día productivo, Roy? -

Pasó por su lado, sin siquiera mirarlo, y se subió a la ventana, le gustaba, era una ventana muy grande, por ella entraba aire frío pero aún así le gustaba a Roy. Liam no tardó mucho tiempo en prepararse para dormir, tomó una ducha, lavó su camisa, porque tenía una mancha, y se recostó en la cama. Roy no tardó en llegar y se acostó en su estómago, no era un gato útil, eso era claro.

Le tomó un tiempo sentirse adormecido. Le había llegado un mensaje de Summer antes de que llegara a la universidad, su padre ya se había marchado de la ciudad. No había esperado algo diferente, pero Summer siempre esperaba que todo fuera diferente, no era fácil que ella pensara que la realidad era así, su padre nunca sería un buen hombre, aunque tampoco es como que Liam entendiera eso, no había tenido un buen ejemplo.

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