Prólogo

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Marzo, 2013.

En ocasiones, la vida se encarga de golpearte y hacerte caer, tanto así que lo único que te queda por hacer, es levantarte; no importa cómo siempre y cuando consigas ponerte de pie. O al menos, eso era lo que aquella rubia había conseguido aprender a lo largo de sus dieciocho años de vida.

El primero de enero de ese mismo año, a eso de las cuatro de la mañana, Ashley, su madre y su padrastro, sufrieron un terrible accidente camino hacia su hogar ubicado en los suburbios de Londres. Venían de haber ido a celebrar la velada junto con unos viejos amigos de la familia, para entonces disponerse a regresar a casa.

Se trataba de una muy típica historia trágica de año nuevo, ese lado oscuro de aquella celebración. El conductor de una chevrolet se había encargado de acabar con su propia vida, junto con la de la pareja, producto de sus torpes reflejos y movimientos parte de su borrachera. Dejando de este modo a una joven de dieciocho años con el más prometedor de los futuros, sola en los brazos del destino. Y a pesar de todo, sana y salva, tan solo con unas pocas magulladuras.

Al no contar con un padre que pudiese recibirla o ayudarla, Ashley no tuvo más alternativa que acceder a los ofrecimientos de su abuela, quien esperaba por ella con los brazos abiertos en medio de la tragedia. Después de todo, tenerse una a la otra era el mayor consuelo para ambas, a fin de cuentas, la abuela Charlotte siempre se había comportado como su segunda madre, adquiriendo un papel más que protagónico en su vida.

El accidente se había encargado de destruirlo todo, especialmente todo lo que había sido su presente y futuro. Realizar su vida sin su madre y sin su padrastro, no solo significaba una inmensa fisura emocional, sino que también implicaba un cambio radical en todos sus planes. La abuela Charlotte, siendo una mujer mayor que nada más vivía de su jubilación, no tenía la mejor situación económica como para conseguir mantener a una adolescente bajo su mismo techo, por lo que Ash, quien todavía buscaba encontrar la manera de cicatrizar sus heridas, desistió de la idea de asistir a una academia de actuación y teatro, para sencillamente dedicarse a buscar trabajos de medio tiempo, dando así con el empleo de mesera en la pequeña cafetería Dolce Ristretto.

Afortunadamente -o desafortunadamente, según cómo se le vea-, nada dura para siempre, y eso ella bien lo sabía. Su dolor no sería eterno, mas la herida estaría siempre presente. Ese tono negro y oscuro que había coloreado su vida durante esos meses, lentamente se iba desvaneciendo dejando ver un gris opaco. La rubia trataba de avanzar, consciente de que jamás recuperaría ni a su madre ni a su padrastro, pero afirmando mantenerlos vivos en el precioso recuerdo que ella guardaría en su memoria.

Estaba agotada de los deseos por echarse a morir, no quería deprimirse en medio de su delirio. Era fuerte, quería ser fuerte. Y gracias a Dios, sus esfuerzos parecían dar frutos, a pesar de que aún existieran noches como aquella donde nada es suficiente, donde nada más la soledad parece ser la única compañía necesaria.

"Voy a trabajar, me dieron el turno nocturno", le dijo a su abuela una hora antes de salir. La mujer no hizo comentarios, confiando en que efectivamente, le gustase o no, el deber llamaba a su nieta.

Cogió su cartera y una campera de cuero que la protegiera del frío nocturno mientras caminaba hacia ningún lugar nada más con un cigarrillo posado entre sus labios. El cielo teñido por ese manto azulado vacío y sin estrellas la invitaba a perderse en la ciudad. ¿Qué estaba buscando? Ni ella misma lo sabía realmente. Probablemente, un lugar donde despejarse, donde distraerse y olvidarse un rato de todo. Necesitaba una pequeña escapada del mundo real, necesitaba acallar las constantes preguntas que surgían en su cabeza respecto al accidente, pues estas nunca podrían ser respondidas. Tenía que aprender a convivir junto con las dudas y la incertidumbre.

Shared » Harry Styles » Zayn MalikWhere stories live. Discover now