-Capítulo 4-

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Los días hasta la fiesta que se celebraría en casa de los Morgan habían pasado tranquilos para Alec y estresantes para Charlotte.

Tras preguntarle a Evan cómo, por qué, cuándo y qué llevar, no sin antes regañarle, había acudido a Kred. Al principio se había mostrado hostil, pero al escuchar que Müller lo invitaba se sintió más aliviado al poder estar con ella.

Estaba nerviosa, no obstante lo disimulaba como una profesional. Había decidido asistir de manera elegante, como le había recomendado Evan: cabello suelto, entre rizado y ondulado, con dos discretas orquillas blancas adornando y resaltando entre ese fuego que daba el color natural a su cabello.

Llevaba un sencillo vestido de cóctel blanco, en palabra de honor que se encontraba sutilmente un poco por encima de las rodillas. Unos altos tacones con plataforma, de un rojo tan intenso como su cabello, resaltaban la longitud de sus piernas y la ponía un poco a la altura de sus acompañantes.

No llevaba muchas joyas: un par de lágrimas blancas como pendientes y un collar casual y sencillo que daba lugar a una blanca flor con el centro rojo.

Allen no podía pensar en otra cosa que en lo atractiva que resultaba así. Estaba orgulloso.

Todos los hombres que habían asistido, hombres y adolescentes cabía decir para el regocijo inexplicable de Charlotte, vestían de traje oscuro o corte clásico con diversidad de colores; azules, marrones, blancos o  negros comunes.

Y Allen y Evan no eran una excepción, pensó Charlotte mientras los observaba charlar anímicamente con una copa de champán en las manos. Kred trajeaba uno de corte clásico azul que resaltaban con su cabello rubio casi blanco y sus ojos verdes impactantes. Mientras que Evan resaltaba con su traje negro y una rosa roja en el bolsillo derecho superior del chaleco.

Varias miras estaban puestas en ellos, eran algo exótico y curioso. Charlotte estaba incómoda, odiaba ser el centro de atención.

Cuando quiso darse la vuelta para salir a una de las terrazas a tomar el aire, a sabiendas de que se encontrarían parejitas y no tan parejitas allí, se chocó con alguien.

—Buenas noches —anunció Alec Thomas al tiempo que Charlotte retrocedía un paso y él sonreía con arrogancia.

Tras su presencia se encontraban Morgan, el anfitrión, y Adams acompañado de una rubia despampanante y bien agraciada.

Thomas vestía de corte clásico blanco. Y al igual que Evan, tenía una rosa roja en el bolsillo superior de la chaqueta.

Morgan y Adams, por contra, trajeaban de negro y azul respectivamente.

Evan sonrió cordial, saludó e hizo lo propio con Allen.

—Te presento a Kred Allen.

Ambos se escudriñaron un instante antes de estrechar las manos con más fuerza de la debida.

Thomas miró a Charlotte con una sonrisa tal vez déspota. Había preparado aquello de forma medianamente casual, para ver cómo era la relación entre ella y Müller. Sin embargo, y aunque se negaba a admitirlo: a su pesar, no sólo había asistido con Evan, además llevaba consigo al tal Allen o Allan ¡como fuera! que no apartaba la mirada de ella, como si fuera suya. Y aquello, de una extraña manera, le molestaba.

Ladeó el rostro exasperado y se centró en Kred Allen.

—Encantado Allen, yo soy Alec Thomas y éstos  —se colocó de lado para presentar a sus acompañantes—: son Brett Morgan nuestro anfitrión, Lisbeth Fox una exquisita invitada y Keith Adams.

Adams arrugó la frente divertido al escuchar que él no tendría apelativo. Sonrió cómodo y miró a Kred.

—El espontáneo y divertido —se atribuyó al tiempo que estrechaban las manos.

Carpe DiemWhere stories live. Discover now