II

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Emprendo, entonces, el camino de retorno a casa.... noche adentro... mientras recuerdo en la faz de Juan un pensamiento antiguo que compartíamos:

Un eterno retorno a casa, de eso se trata. En el campo, desde el alto de una capilla seis veces se siente la campana sonar, son las seis y punto de la tarde cuando las hoces afiladas y puestas en movimiento por recuerdos de niñez, a un lado son depositadas y, la brisa de una tarde descampada viene, ya casi sin sol, ya casi sin fuerza, a anunciar: es hora de retornar a casa. En las fábricas, obreros largan todo por terminar, son las seis de la tarde, las seis en punto de la tarde y el metálico pito ahuyenta una jornada de mala carga, es hora de retornar a casa. En empresas financieras la mano metafísica que detiene la plata alza las cifras hasta las conciencias empresariales más desesperadas, allí estarán estáticas hasta mañana y, a esa hora los relojes sincronizados con satélites lejanos marcan las seis de la tarde: es hora de retornar a casa.

Pero con Juan fue al revés: fue justo a las seis de la tarde que Juan salió por la ventana de su casa en el décimo primer piso, para nunca más retornar... pero la muerte es el fin que nunca acaba, es realmente el eterno retorno a casa, se decir, el corazón de aquellos que lo recuerdan. Juan tiene una casa incrustada en lo más hondo de mi alma, allí vive y no se detiene jamás.

Ya los taxis: no. Los taxis no retornan, ni a las seis como todo, ni nunca ¿tendrán casa, sabrán por cuales calles tomar? No serán las lucecitas rojas de libre, contra tráfico, un mensaje de libertad. Yendo a sus pequeños destinos... inicio, fin... inicio... fin. No obstante uno con una seña de dedo es capaz de detener un taxi, apagarle la luz roja de libre y quitarlo de su flujo sin pasados. Yo extiendo, entonces, el brazo rígido, apuntando hacia la calle, en la terminación de mi gesto alumbra las luces de su linterna, muchos guiños amarillos, reduce la velocidad, para a un costado de la vereda y me hace entrar. Protocolo roto visto el horario nocturno: entro por la puerta de adelante.

- Calle Buenos Aires, por favor.

- Cómo no.

A esa hora de la noche, el silencio molesto que se interpone entre los asientos delanteros, se amplifica. El clima, el partido de domingo, la caída a pique del dólar (culpa de Dilma), cualquier cosa que haga ruido y calle ese áspero silencio, y calle también el radio comunicador, único chillido proveniente de los infiernos... Opto por el partido:

- ¿Qué partido el de domingo, eh? – rompo finalmente el silencio.

- Sí, ¡se puso lindo el campeonato! – sin mirarme, como corresponde.

- Tuvo picado... pero lo merecíamos haber ganado - le digo mirando al mismo tiempo el escudo de Peñarol en el centro de la bocina.

- Y sí, si por lo menos Forlán hiciera algo... ¡pero es un pecho frío! Qué mal que jugó, che. Lo traen para acá a hacer papelones... no jugaba así en Europa, no, pero claro en Europa pagan en euros... ¡pecho frío! – estaba rabioso el tachero.

Irrumpe la voz dulce y entrecortada de la radio:

- Móvil 226...(chillido) Móvil 226... (chillido) calle Canelones a 21 de septiembre (chillido) repito: calle Canelones a 21 de septiembre (chillido).

- Capaz que lo pusieron en una posición que no lo favorece.- digo.

- Y sí, ¡la culpa la tiene el técnico! No se puede poner un tipo como Forlán, con esas características, jugando donde está jugando...

Basta, pobre Forlán... Así me desconecto lanzando todo mi pensamiento hacia fuera. Las calles transpiran un cálido vapor de plomo: "la humedad es lo que mata" me hubiera dicho, seguro, el tachero, de haber optado por hablar del clima. Por la rambla no se respira más que el aroma del mar, o del río, qué se yo, ese olor medio salado, medio dulce, cuyo aroma me remite de un golpe a los paseos nocturnos de infancia. En ese instante suspiro y un pensamiento fugaz y de fuga: ya sé, pasemos mejor a hablar de política...

- No (chillido)... negativo (chillido) – la voz de la radio, armada del poder de la inmediatez, corta la palabra en el extremo de mi boca. Me callo.

El Pensar de un PensamientoWhere stories live. Discover now