III

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Más profunda que la oscuridad de la calle es abrir la puerta de casa y ser arrebatado por las sombras inmóviles de la soledad. El "buenas noches" silenciado por la ausencia de ella me cierra, con la séptima llave de la conciencia, para fuera de las fuerzas necesarias para entrar. Por eso, habitualmente, antes de cruzar la puerta a ese purgatorio que se ha vuelto mi hogar, me siento en algún peldaño, banco, vereda, al margen de lo que me espera inevitablemente y en minutos. Bajo luces que alumbran amarillo, viendo a lo alto las cortinas respirando los segundos de brisa que aun soplan antes de que sean aplastadas por la impiedosa humidad de la Ciudad Vieja, repaso, en pensamientos, todo. Desde el momento que nos topamos en una esquina cerca de 18, a las 6 y punto de la tarde (casualidad sospechosa), hasta el momento en que te llamaba bajo un desespero de muerte muda, tras un mensaje de Whats donde salías de mi lista de contactos, de casa, de mi vida.

Y eso que estaba sacramentado bajo la insignia de un amor sin supersticiones, pactado por la vida, más allá de nuestras voluntades, más allá de las razones del proprio cosmos, es sepultado con un mensaje de Whats. Y eso que parecía un milagro del destino, un destino que confirmaba su suerte en cada abrazo, a cada desencuentro de párpados, regido por el espíritu y en todo el lugar donde juega el espíritu, vos salías así, borrándome de tus contactos de Whats. Y todo lo que vivimos es así anulado por su fin, sin asomo de llanto, sin la justa catarsis para algo tan trágico. El fin decretando el fin del inicio y de todos los caminos trillados. Una historia acaba y el rastro de las últimas palabras determina la inercia de los recuerdos, ocupando con su eco la totalidad de la memoria: "no me busques más... no me busques más..."

En la calle de casa había una hermosa falta de sol, facilitaba un brillo susurrante de las estrellas por los rincones del cielo. Yo casi puedo sentirla... en la espera de mis ensueños, en la esperanza necia de mi corazón. Murmuro unas palabras incomprensibles, me levanto de golpe para retornar a casa cuando pasa el Loco Estévez por la vereda de enfrente. Yo me detengo, por primera vez después de mucho tiempo, a escucharlo.

El Loco Estévez fue consumiendo pasta base por las callecitas de la Ciudad Vieja, para zafar de la resurrección diaria de su miseria, hasta no tener más nada con que preocuparse que no fuera la pasta base. Y recorrió así todos los huecos de casas antiguas y abandonadas y esquinas sin cámaras, cargando los fantasmas en su cabeza hasta que no hubiera fuera de ella nadie más con quien conversar. Conversaba y actuaba como si pudiera ver dentro de sí mismo, la esquina de "El Hacha" con la barra de amigos que un día nos intoxicamos con drogas de todo tipo. Algunos ganamos la lotería, salimos. Otros estamos trancados todavía en la cabeza de Estévez y, Juan, de manera definitiva, salió por la ventana de su apartamento... Estaba fuera de Estévez, fuera del vicio, fuera del todo...

El Loco Estévez era elocuente y realizaba largos discursos respecto a la importancia de la inmigración, carecía, sin embargo, de público. Los peldaños y veredas se erguían como estrado de su gran evento. Hubiera querido ser diputado, seguir el linaje de su padre, integrante vitalicio del partido colorado, el primer político que se tenga registro, heredero de esclavos. También heredaba los prejuicios innatos de las almas blancas. No fue difícil desvirtuar sus virtudes hacia las mazmorras sociales reservadas a la gente de piel oscura. Yo me pregunto, si por momentos, me reconoce. Las veces que tiramos de la misma cuerda para poner abajo alguna puerta medio podrida cayendo por nuestro peso al espacio de la peatonal dando a un espacio paralelo donde reina la plenitud desoladora de una casa abandonada... y allí entrabamos...

- Entrabamos sí, de costelete cada uno, en medio a las ratas... – interviene Estévez.

Este Estévez no sólo habla solo sino que ahora lee pensamientos...

- Pensamientos tuyos, no míos... –Gesticulaba.

Definitivamente ha pasado la hora de retornar a casa, acostarme en la cama y dejar de soñar un rato.

Andá sí, pero condios y no te olvides de rezar – saluda desde lo alto del estrado de la noche elLoco Estévez.     

El Pensar de un PensamientoWhere stories live. Discover now