2. Tenerife

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Antes de leer, os aviso que en este capítulo se hace mención a la madre de agoney y que el pobre está bastante destrozado. Si creéis que os va a afectar o no lo queréis leer, no lo hagáis. 


En los segundos previos a despertar del todo, antes de abrir los ojos y mirar a su alrededor, Agoney creyó que estaba en la academia. Pensó que estaba durmiendo en la cama de Raoul, con el rubio al lado agarrándole de la cintura, y casi podía notar su brazo ahí. Por un momento, hasta pudo oler la academia y sentir una ligera preocupación a causa de su derrame cordal.

Pero la fantasía terminó cuando abrió los ojos y se encontró solo en aquella habitación de hotel. Volvió a cerrarlos y se tapó por completo con las sábanas, aunque no hiciera precisamente frío. No quería salir de la cama, y cuanto más recordaba de la noche anterior, más ganas tenía de desaparecer para siempre.

Ojalá hubiera despertado en la academia. Ojalá su mayor preocupación fuera estar bien de la voz o aprenderse una canción en francés. Pasaría mil veces por aquello, pasaría mil veces por la expulsión de Raoul y las semanas posteriores si eso quería decir que seguían juntos y que lo estaba esperando fuera. Y sobretodo, que su madre seguía viva.

Oyó unos golpecitos en la puerta, pero no quiso moverse. No quería hablar con nadie. No quería existir.

Pero la puerta se abrió igualmente, porque aquella persona tenía la llave de la habitación.

-¿Ago? –preguntó Nerea mientras entraba en la habitación, cerrando la puerta detrás de ella.

La estancia volvió a quedarse a oscuras, y Nerea caminó un poco a tientas hasta la cama.

-Agoney, levanta. –dijo, tocando suavemente el bulto que hacía el cuerpo del chico debajo de las sábanas.

-No. –le pareció oír desde dentro de la cama.

-Ago, ¿estás bien? –preguntó un poco preocupada.

-No. –esta vez fue un sollozo.

-Agoney... –suspiró. Se quitó los zapatos y se metió dentro de la cama con su amigo. –Ago, ¿qué pasa?

No podía ver nada, pero sabía que estaba llorando.

-Todo pasa. –dijo el chico. –Estoy harto.

-¿De qué? –acercó una mano a su cara para secarle las lágrimas.

-De todo. –sorbió la nariz. –De mi vida. Odio mi vida.

-Eso no es verdad. Estás haciendo una gira, estás cantando, que es lo que más te gusta.

-Sí, pues ya no. Después de lo de anoche...

-Lo de anoche fue una cagada, Ago. –se sinceró la chica. –La cagásteis, y luego la volviste a cagar con ese tweet.

-Lo borré.

-Lo sé. Pero no deberías haberlo escrito. Sé que eres impulsivo y que en ese momento era lo que sentías, pero fue un error.

-¿Pero por qué? –preguntó el chico. –Es lo que pienso. Ellos me dicen lo que piensan todo el tiempo y me tengo que joder.

-Es que me parece, Ago, que estás pidiendo empatía pero tú no te estás poniendo en su lugar. Todo el mundo entiende que estés mal, pero ese mensaje, el discurso, es muy importante para muchas personas.

-Nadie se puso en mi lugar desde el principio. –se quejó él.

-Sabes que eso no es verdad.

We Are Never Ever Getting Back TogetherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora