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Corría el rumor en New Town de que Lady Arlington, viuda de Sir Arlington de Edimburgo, tenía estrafalarias aficiones. La primera de ellas escandalizaba a las damas de la ciudad, temerosas de que sus apuestos hijos —y en ocasiones hijas— cayeran rendidos ante los encantos de la mujer y sus noches de excesos. La segunda alimentaba la curiosidad de aficionados de la moda tecnológica que pululaba en el imperio.

Se decía que los intereses de Lady Arlington coincidían en las fiestas ofrecidas en su mansión al borde de la muralla.  Así llegó a los oídos del joven Wight, junto a la invitación para asistir al evento que tendría lugar al final del verano; aunque él prescindió de los chismes cuando nos lo comentó durante la cena.

—¡Iremos! —decidió la señora Wight y, con una sonrisa en su rostro sonrosado, apuró la copa de vino que sostenía en la mano—. ¿Lo imaginas, querida Sophie? Nosotros con la nobleza. ¡Brindemos!

Y dicho esto, ordenó que rellenaran su copa.

No me atreví a brindar ni a declarar nada sobre el tema. En parte, porque la experiencia ajena me provocaba disgusto por las bebidas embriagantes, y otro tanto por el mismo joven Wight.

Él observaba a su madre con un gesto que mezclaba ternura y pena. La manera en que entrecerraba los ojos y aquella sonrisa tenue que aparecía en sus labios, eran algo que encontraba encantador.

No obstante, cuando la señora Wight terminó su nuevo servicio de bebida y solicitó otro, canturreando canciones de fiesta, el joven Wight se vio obligado a acomodar el cuello de su levita y esgarrar para retomar la atención.

—Me temo que no va a ser posible.

—¿La fiesta? —preguntó la señora Wight.

—La fiesta y también el vino. —Acto seguido, hizo un gesto a la servidumbre para que retirara la botella que ya empezaba a vaciarse—. No creo que sea el tipo de evento al que debamos asistir, por lo que mañana temprano enviaré mis disculpas a Lady Arlington.

—¿Yo te he enseñado esos modales? ¡Es escandaloso! Cuando se trata de un noble, una disculpa no basta.

—¿Propone otra cosa?

—¡Pues que vayamos! ¡Faltaba más!

Fue así como, para zanjar el tema, la señora Wight se levantó sin escuchar queja y se tambaleó hacia su dormitorio.

Lady ArlingtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora