II

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Los siguientes días en la casa de los Wight se desarrolló una serie de escenas donde la señora Wight presionaba a su hijo sobre la fiesta, evitando que la mencionada disculpa fuera enviada. Se trataba de un continuo estira y afloja; pero, cuando al fin la fecha esperada llegó, no hubo nada que le impidiera lograr su cometido.

De esta manera los tres, la señora Wight, el joven Wight y yo, nos presentamos ante la mansión de Lady Arlington la última noche del verano.

Al detenerse el carruaje, el maquillaje de la señora Wight ya se encontraba deshecho por los borbotones de sudor que escurría, algo que no sirvió para menguarle el ánimo. En cuanto al hijo, se mostraba taciturno, como si sus pensamientos fueran demasiado para permitirle sufrir por las inclemencias del clima.

Pero cuando abandonamos el coche, el sofoco que yo padecía no hizo más que empeorar. De nada sirvió el viento que anunciaba el entrante otoño cuando el joven Wight se encargó personalmente de tender su mano para ayudarme a bajar.

—Esta noche es espléndida —pronunció cuando por fin mis pies tocaron tierra y me encontré frente a él.

—¿Usted cree?

Para demostrar mi punto, señalé hacia su madre que se abanicaba el rostro por el bochorno.

—No, bueno —balbuceó—. No es lo que quería decir. Más bien —intentó explicar enrojeciendo cual tomate—, quiero decir, que usted está espléndida esta noche.

—¡Oh!

Y eso, lamento señalar, fue lo único que conseguí responder a causa de mi propio sonrojo, pues ya entonces el mayordomo en persona se presentó ante nosotros para guiarnos hacia la puerta. 

Lady ArlingtonTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang