VII

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Al parecer, todos los rumores que rondaban a Lady Arlington habían despertado intriga y miedo en varias esferas sociales de Edimburgo, por lo que al señor Mortimer se le asignó investigar el caso.

Para su sorpresa, pronto se encontró con hechos truculentos en los que no quiso detenerse a hablar más de lo necesario. Podía resumirse en que los rumores seguían un rastro más o menos reconocible hacia una serie de muertes y desapariciones de jóvenes que en algún momento rondaron la mansión de la dama. Todos ellos, de una u otra forma, tenían ciertos puntos en común y se trataba de rasgos que los asemejaban con el difunto señor Arlington.

Entonces el señor Mortimer nos habló sobre el noble y su viuda. Ellos eran un matrimonio joven y compartían grandes aficiones por la tecnología que invadía el imperio. Su afición había ido más allá de lo sano. Los condujo en prácticas y experimentos que desembocaron en la muerte de Sir Arlington.

Lady Arlington fue incapaz de sobreponerse a su nueva situación, privada del hombre que amaba y viendo como su propia muerte también sería un hecho inevitable. De esta manera decidió evocar toda la tecnología y recursos de los que disponía para conseguir eludir el hecho natural que a todos los humanos nos depara y, también, traer de vuelta a su esposo.

El señor Mortimer relacionó todo esto y obtuvo teorías que lo condujeron a la mansión de Lady Arlington, para lo cual, aprovechando que ésta hacía uso de mayordomos autómatas, decidió hacerse pasar por uno y así averiguar los movimientos de Lady Arlington.

En esta situación, el señor Mortimer logró descubrir el interés de Lady Arlington sobre el joven Wight; al verlo por primera vez aquella misma noche, llegó a la conclusión de que él podría ser el próximo objeto experimental de la dama. Así decidió apartarnos a la señora Wight y a mí de la mansión y hablarnos al respecto.

Cabe decir que, si no fuera por los acontecimientos que habíamos presenciado, yo no habría creído una palabra dicha por el señor Mortimer. Además, él pasó a identificarse debidamente como un elemento de los vigilantes de Edimburgo.

Esto nos llevó a la señora Wight —que ya se recuperaba de su ebriedad por la noticia— y a mí a llenarnos de preocupación por el joven Wight. 

Lady ArlingtonWhere stories live. Discover now