El conductor dejó atrás la gasolinera y siguió las indicaciones que le dio el empleado después de llenar el depósito de combustible. Contó las peligrosas curvas y llegó a la recta que atravesaba un frondoso bosque de robles.
Al instante reconoció la estructura del hotel junto al majestuoso acantilado. Detuvo el vehículo en la puerta, debajo de un cartel que rezaba: "Hotel Ghost-ship" y se dispuso a bajar del coche.
Mr. Mark aguardó en el mostrador junto a sus pertenencias, que consistían en una maleta con ropa y un ordenador portátil, hasta que una recepcionista le atendió.
- Buenas tardes caballero, ¿podría facilitarme su documentación para verificar la reserva?
La joven comprobó los datos y tras disculparse desapareció tras el mostrador.
- Oh Mr. Mark Miller. Es un auténtico placer tenerle en nuestro humilde hotel. No puede imaginar lo que nos agrada su presencia - afirmó un hombre que venía con la recepcionista y que debía de ser el propietario -. Esta muchacha - continuó - es mi hija y créame si le digo que ha leído todas sus novelas.
- Es cierto. Me gusta mucho su forma de escribir y soy una apasionada del misterio.
Mr. Mark se acercó más al mostrador y susurró:
- Les agradecería, que por favor, mantuvieran mi identidad en el más absoluto anonimato. He venido para terminar un manuscrito y me gustaría estar tranquilo y pasar desapercibido. Espero que no se hayan ofendido.
- En absoluto, faltaba más. No diremos nada a nadie. Puede usted estar tranquilo, ¿verdad hija?
- El escritor Mr. Mark va a terminar una novela en nuestro hotel - la recepcionista levantó el tono de voz -. No puedo creerlo padre, es fabuloso.
- Hija, por favor.
- Lo siento. No volverá a suceder.
El cliente echó una ojeada al interior del hotel y el estilo rústico le pareció confortable y un buen lugar para escribir y encontrar la inspiración. La voz del propietario lo sacó de su ensimismamiento:
- Si lo desea, nosotros le subiremos el equipaje, mientras se relaja un poco. Allí al fondo tenemos el bar y puede tomar alguna copa antes de que sirvamos la cena.
- No se preocupe. Se lo agradezco, pero creo que voy a salir a estirar un poco las piernas.
- Como guste. Está usted en su casa. Bueno, mejor. Aquí no tendrá que prepararse la cena y la cama la tendrá hecha - rio el campechano hombre.
El escritor salió del hotel y se dirigió hacia el acantilado. El ruido de las olas rompiendo en las rocas lo relajó por un momento. El cielo comenzó a nublarse y el crepúsculo se aproximó a su cenit.
Un potente fogonazo en medio del mar lo alertó. La luminosidad se balanceaba al compás de la marea.
- No debe asustarse, en estas fechas suele acercarse a la costa.
Mr. Mark se giró con brusquedad alertado por la inesperada voz.
- Disculpe, no pretendía asustarle. Mi nombre es Larry.
- ¿Qué es esa luz? No había visto nunca nada parecido. Parece un barco con luces.
Cuando el famoso escritor volvió a mirar hacia el mar, había desaparecido.
- ¿Dónde está? No lo veo.
- Se ha ido.
- Pero, ¿qué era?
- Un barco fantasma.
- Mire, ahora no tengo ganas de bromas. He tenido un viaje muy largo...
- ¿No ha oído nunca la historia del barco fantasma?
- No.
- Pues yo se la contaré. Hace muchísimos años, existió un capitán que hizo un pacto con el diablo para poder surcar los mares y océanos sin peligro de toparse con tormenta y demás inclemencias meteorológicas. Pero Dios lo condenó a vagar, como alma en pena, por los mares sin poder arribar a costa alguna.
- ¿Y cómo se supone que se llamaba ese capitán?
- El Holandés Errante - fue la respuesta.
- Muy interesante.
Después de las palabras hubo un silencio que Mr. Mark aprovechó para mirar las primeras estrellas y cuando volvió la vista hacia el hombre, este había desaparecido. Confuso regresó al hotel. Las sombras comenzaban a alargarse formando tétricas formas que amenazaban el camino.
En la entrada se encontró con la recepcionista.
- La cena ya casi está lista. Viene a quedarse varios días, ¿verdad?
- Creo que voy a alargar mi permanencia...
