Capítulo 2

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Mr. Mark entró en la habitación y se dispuso a sacar sus pertenencias de la maleta y a guardarlas en el armario empotrado. Sacó el portátil de la funda y lo dejó, con mucho cuidado, sobre la mesita, que le serviría de improvisado escritorio.

Siguiendo el consejo del propietario del hotel, decidió bajar a tomar algo antes de la cena. Abandonó la estancia y fue a coger de nuevo el ascensor cuando fue alertado por la voz de una mujer:

- Espere un momento, por favor. Bajamos con usted, si no es mucha molestia.

- No es ninguna molestia. No se preocupen - contestó el escritor a la señora que ya se encontraba prácticamente dentro del ascensor.

- Muchas gracias. Es usted muy amable. Mi nombre es Marta y este señor es mi esposo, John.

- Encantado de conocerle - estrechó la mano y preguntó -. ¿Vienen para mucho tiempo?

- Venimos a pasar el fin de semana - contestó el hombre en el momento en que se abría la puerta del montacargas.

- Querido, ¿por qué no vas un momento al bar y te tomas algo con Mr... ?

- Mi nombre es Mark. Disculpen, no me había presentado, qué estúpido soy. Sí, sería un placer que me acompañara, en ese instante me disponía a tomar una cerveza. Me gusta mucho tomar algo antes de la cena.

- O dos - rio John.

Los dos hombres llegaron al bar y se sentaron junto a la barra, mientras el camarero les servía las bebidas y les preguntaba:

- ¿Han venido a ver el barco fantasma?

- Sí, cómo no - contestó Mr. John -. Hacía tiempo que mi mujer me lo pedía y al final, nos hemos decidido a venir.

El escritor, recordó en esos momentos su experiencia junto al acantilado, cuando vio al famoso barco y señaló:

- La verdad, es que yo no conocía esa leyenda. Pero me parece muy interesante...

- Es una historia en la que se podría inspirar para hacer una novela, ¿no le parece?

Mr. Mark casi se atragantó ante la inesperada pregunta de Mr. John.

- Desde luego, de esa historia podría salir una gran obra. Y dígame, ¿cómo sabe que soy escritor?

- Vamos amigo, usted es un autor muy conocido. Casi todo el mundo lo conoce.

- Yo misma he leído alguna de sus novelas - la voz de la Marta surgió detrás de Mark.

De repente, un hombre bastante nervioso irrumpió en el bar:

- ¡El barco fantasma, está ahí fuera, junto a la bahía!

El júbilo se adueñó del lugar. Los niños que iban acompañados de sus padres empezaron a gritar y todo el mundo se precipitó al exterior a ser testigos con sus propios ojos de la mística leyenda.

Los clientes observaban en silencio cómo lentamente el gran barco pasaba junto a la costa y en cuestión de minutos desapareció entre las rocas que iluminaba la luz de un foco que salía desde el hotel.

Mr. Mark aguardaba junto al singular matrimonio hasta que la nave desapareció. Al instante se hizo un gran murmullo de sorpresa entre todos los testigos.

El matrimonio y el escritor fueron los últimos en entrar y se dispusieron a terminar sus respectivas bebidas.

Cerca de dos horas después y habiendo terminado de cenar el escritor se dispuso a volver a su habitación. En el instante que se disponía a coger el ascensor descubrió una puerta entreabierta y le pareció oír a dos personas hablando. Embargado por la curiosidad decidió acercarse a escuchar. Se trataba del propietario del hotel que hablaba con su hija.

- ¿No te das cuenta de que no podemos seguir pagando al marinero que conduce el barco fantasma?

- Te entiendo muy bien, padre y sé que tienes mucha razón, pero sin el barco, estamos perdidos. Ya nadie querrá venir al hotel. Piensa que es el mayor atractivo que tenemos.

- Tenemos que encontrar una solución. Este hotel, le costó mucho de mantener a tu abuelo y tu madre estaba muy orgullosa de él.

- Cierto, mamá lo adoraba.

Mr. Mark se quedó perplejo ante lo que acababa de descubrir. La leyenda del barco fantasma solo era una mentira para llenarse los bolsillos a costa de la ingenuidad de la gente.

Al día siguiente hablaría con el propietario y su hija, ahora lo mejor era regresar a su habitación y trabajar hasta la madrugada. Tenía mucho trabajo acumulado y a fin de cuentas ese era el motivo y no otro de haber hecho la reserva en el hotel.

El escritor abrió el Word y continuó con la narración de su novela. Para su sorpresa, las ideas fluían en su mente, cómo nunca antes lo habían hecho. El autor se fundió con su historia, frente a la ventana donde podía distinguirse el reflejo de la luna fundiéndose con el mar...

LA LEYENDA DEL HOLANDÉSWo Geschichten leben. Entdecke jetzt