Capítulo 4

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El escritor llegó al hotel y en el hall encontró al matrimonio que venían de dar un paseo.

- ¿Cómo ha pasado la noche? - se interesó Marta.

- Pues la verdad es que estuve casi toda la noche escribiendo.

- Entonces estará muy cansado, ¿verdad?

- Sí, bueno, ya estoy acostumbrado a este horario tan inusual.

El esposo de Marta, que en todo momento había permanecido callado intervino en la conversación:

- Podíamos ir a la cafetería y continuar esta conversación allí. Si no tiene prisa, naturalmente.

- No, al contrario. Me parece una idea brillante.

Mark y el matrimonio se dirigieron hacia el bar.

- Como les estaba diciendo - el escritor retomó la conversa-ción después de haber pedido su consumición -, durante la noche es cuando más inspiración tengo y la aprovecho para escribir.

- Pero, eso debe de ser muy agotador, ¿no le parece? - señaló Marta.

- No se crea, después de comer me tumbo un buen rato y recupero el sueño atrasado.

- ¿Qué edad tiene y es usted casado?

- Marta por favor, no incomodes a nuestro amigo.

- No se preocupe John, no pasa nada. Tengo treinta años y soy soltero.

En ese instante pasó la recepcionista y Mark se fijó en la jo-ven.

Marta que se percató del cruce de miradas que hubo entre los dos jóvenes, indicó:

- Es una muchacha preciosa y además muy atenta.

- Y muy lista, también - aseguró Mark acordándose de la estafa del barco fantasma.

- ¿Cómo dice?

De pronto se abrió la puerta de la entrada y una niña que ca-minaba, con dificultad y apoyada en dos bastones, irrumpió en el bar acompañada de sus padres. Marta al ver a la niña se levantó y se dirigió hacia ella para saludarla.

- Esa niña tiene una grave enfermedad - explicó John mientras observaba como su esposa y la chica se abrazaban - y el propietario del hotel, desde hace un tiempo, se dedica a pagarle la medicación. Si no fuera por este filántropo hombre, la pequeña hacía tiempo que estaría muerta entre terribles dolores. Son una familia muy pobre y la única persona de la costa que puede ayudarla económicamente es él - señaló al propietario que en ese instante atendía a un cliente.

Mr Marc no sabía que decir, desde su llegada a aquel hotel no habían parado de suceder cosas extrañas, pero aquello en cuestión le había impactado. El recuerdo de la estafa del barco hizo que se levantara de su asiento y se dirigiera a hablar con el pro-pietario, pero este se adelantó y le ahorró comenzar la incómoda conversación.

- Ha descubierto lo del barco fantasma, ¿verdad?

- Sí y me parece una estafa enorme. No tiene derecho a engañar así a la gente.

- Mire, si quiere ponerlo en conocimiento de la opinión pública, de acuerdo, hágalo.

La voz de Marta interrumpió la conversación:

- Mark, venga un momento, desearía presentarle a una persona. Si no le importa, por supuesto.

- Bueno ya lo hablaremos en otra ocasión - afirmó el escritor y se dispuso a seguir a la esposa de John.

En el momento de la presentación, unos niños entraron vo-ceando informando a todo el personal de la presencia del barco fantasma. Fue en ese instante cuando Mark reparó en que la ilusión se reflejaba en los semblantes de todos los niños. Incluso los adultos parecían disfrutar más que los rapaces.

- Observe las cara de esos niños - dijo de pronto el propietario -. ¿No le parece fabuloso? Quizás, estemos cometiendo un delito de estafa, pero es nuestra tradición. Yo heredé este hotel junto a la leyenda y le puedo asegurar que es muy antigua.

- Pero usted tiene contratado a un hombre que se hace pasar por el capitán del barco fantasma y que maneja el buque de tal forma que incluso parece que lo hace desaparecer. Es algo increíble.

- Sí, es muy bueno.

- ¿Y por qué no quiere seguir navegando?

- Porque pide más dinero. Ahora todo eso ya da igual, usted lo pondrá en conocimiento de todo el mundo y el hotel será cerrado. Tal vez, tiene usted razón y no me merezco otra cosa, pero hay mucha gente a la que sí le interesa la leyenda - la cansada mirada del hombre se dirigió hacia la muchacha de los bastones.

- Entiendo. Ahora subiré un rato a mi habitación. Necesito descansar un poco antes de comer.

- Quiere que le llamemos a alguna hora - se ofreció el propie-tario.

- No hará falta, me pondré el despertador en el teléfono.

Tras salir del ascensor entró en su habitación y cogió su teléfono móvil y marcó un número. Al otro lado de la línea la voz de Bob no tardó en responder.

- Hola Mark, qué sorpresa más agradable. ¿A que se debe esta llamada?

- Necesito que me hagas un favor.

- Venga, dispara. ¿De qué se trata?

El agente permaneció unos minutos escuchando la demanda y al instante contestó:

- ¿Estás bromeando y dices que lo quieres en el hotel para dentro de una semana?

- Eso he dicho.

Continuará

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⏰ Última actualización: Aug 29, 2014 ⏰

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LA LEYENDA DEL HOLANDÉSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora