DOS

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Catorce años y una elección

Siempre que mi primo pequeño se ponía malo, iba a entretenerlo con un par de juegos de mesa. La verdad que adoraba que mi primo no fuese un amante de las tecnologías, porque a mí se me dan de culo.

Toda la vida había admirado como mi tía cuidaba a sus hijos y a su marido en casa, y yo también quería cuidar a los míos - en un futuro - en el calor del hogar.

No hay nada como la seguridad de los brazos de mamá y un par de mimitos; pero si es una experta en las horas que tienes que alternar el ibuprofeno y el paracetamol, mucho mejor.

Esa fue la razón por la que me lancé a esta aventura. Bueno, y que era la única de mi círculo de amigas que no se desmayaba en una analítica de sangre.

Así que tenía que aprovechar el Don que me había dado el Señor.

Aun así, no creáis que adoro la sanidad pública: ¿Sabéis el coñazo que es esperar, durante dos horas en la sala de espera, para un simple pinchacito? Imagino que sí.

Entrar y ver cómo te despacha una señora amargada con un: "Adiós, siguiente."

¿He cogido el ticket de la cola para comprar en la carnicería del barrio?

O directamente ¿Yo soy ese cacho de carne?

Ojalá hubiese tenido la suerte de recibir un enema de mi madre, y no de aquella señora que me metió el bote hasta la campanilla.

― Señora, está claro que estoy estreñida, pero ¡Quiero que salga por el agujero de abajo, no que me salga por las orejas!

Perdonadme. Consideraba que era un detalle muy importante, a la vez que asqueroso, para que os deis cuenta de por qué nació este impulso por ser la cuidadora de mi propia familia.

Pero definitivamente, con sólo catorce años tenía la decisión clara de cursar la carrera universitaria de Enfermería.

A pesar de mi odio al sistema, tener tan sólo catorce años y que te diagnostiquen una enfermedad crónica no es de buen gusto, y menos, cuando no tienes el nidito sanitario en casa.




No te culpes por dudar de tu carrera

Claro que en algún momento dudé de mi carrera, incluso teniéndolo claro desde pequeña.

Este tema es un taboo social, aunque parezca que no. Todo el mundo quiere ocultar sus dudas, por si alguien les da el mismo consejo que ya han descartado por ser inviable.

― ¿Y si me dicen que lo deje y me doy cuenta, de que es exactamente lo que quiero hacer? Pero, ¿cómo voy a dejar de repente una carrera? ¿Y mis padres? ¿Y el dinero? ¿Qué pensarán?

Al final el resultado es predecible: un montón de jóvenes amargados sin ganas de madrugar, caras largas, la energía por los suelos, una futuro sin sentido.

No ayuda mucho el hecho de tener que guardártelo bien dentro con cerrojo, para ahorrarte la bronca de tus padres por haber elegido mal.


Reflexión:

¿Realmente has elegido mal o eras demasiado joven para saber que hacer el resto de tu vida?

No se dan cuenta de que esto conlleva una enorme responsabilidad en los jóvenes. Y además, hay una obligación implícita en la sociedad por seguir el curso normal de la vida.

― El caso es que algo tienes que estudiar- te repiten constantemente.

Pero no puedes echar el freno y deliberar qué narices te motiva realmente, como para invertir un montón de dinero y todo tu futuro. Un futuro que puede volverse eterno.




Mis propias dudas

Bueno, aquí estamos para cotillear un poco sobre mi vida.

Pues sí, aquí la menda dudó ¿Y por qué?

Muy sencillo.


La elección fue muy deliberada, pero no podía firmar un contrato exclusivo con ese futuro: era imposible saber algo acerca de él con tan sólo diecisiete años. Aún no me conocía, no sabía de qué era capaz ni qué es lo que me llenaba realmente.

Estaba acostumbrada a ir sin ganas a clases para sacarme un Bachillerato que me costó sudores y lágrimas. Y después de eso, había oído que se tenía que estudiar la carrera, pues ahí me metí directa. Y más sabiendo lo que "quería".

Mis dudas surgieron cuando empecé a darme cuenta, de que no quería trabajar toda mi santa vida en un hospital. De hecho, suena bastante raro y no sé en qué parte de la gama de grises me encuentro, pero un hospital me da bastante yuyu.

Bueno, todo lo relacionado a la muerte me da bastante yuyu. ¿Irónico?

En el hospital puedes notar el aura, la energía, las vibraciones y el rastro que han dejado las millones de historias que han pasado por allí.

En mis años de prácticas he sentido demasiado dolor al abrir las puertas de las habitaciones y recorriendo esos pasillos eternos con paredes monocromáticas.

No es nada fácil sobrevivir a tus propias emociones en un ambiente así. Por eso también nos podemos considerar héroes.

Sí, no todo es un hospital ni muerte. Hay cosas preciosas como la alegría de una buena noticia o traer un bebé nuevo al mundo, pero después de mi historial necesito cambiar totalmente de aires.

¿Entonces, qué clase de enfermera quieres ser Lay?

Pues no sé, sin agobios. Fuera estrés, estado Zen ven a mí.

Cada vez que me hacía esta pregunta, mi patata dejaba de latir por un momento y entraba en estado de apnea.

¿Futuro? ¿Eso se come? ¿En qué parte de la lección del cole venía? ¡Creo que ese día tenía cuentitis!

¿Qué quiero ser?


Dormir para soñar, cinco minutitos más.Where stories live. Discover now