TRES

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Tocar la muerte con mis manos me despertó

Imaginadme: «Layla, la enfermera del camping de surferos de Kraklo, con un puestito sanitario en medio de la costa y las pintillas de perroflauta».

¿Cómo te quedas si te digo que es uno de los sueños, que están apuntados en mi lista de cosas que hacer antes de morir?


Hombre, ¿No creerás que después de ver morir a una mujer joven en mis propias manos, iba a seguir viendo la vida de la misma manera, no?


No sé si estaba preparada para ello, pero tras el paro cardíaco, noté como mi corazón entró en trance también. Se detuvo un momento para analizar la situación desde fuera.

La gente corría de aquí para allá. Recuerdo que gritaban demasiado. La habitación cada vez era más pequeña, y ahí estaba yo, en medio del caos con la mano enlazada aún a la suya. Yo fui la última imagen que vio antes de irse, y me alegro de haberla regalado mi mayor sonrisa, pero... Después de cerrar con ternura esos vidriosos ojos azules, que me seguían mirando fijamente, salí corriendo del hospital en busca de aire fresco. Necesitaba romper ese nudo que tenía en la garganta de un llanto.


«La muerte existe». 

Hasta ahora me había creído joven eternamente, que nada podría pasarme en brazos de mami; pero la realidad me metió un soplamocos.

Cuando llegué a casa, abrí corriendo la puerta de mi habitación y me senté a escribir mi propia lista de cosas que quería hacer antes de morir.

Porque aunque no se lo conté a nadie, esa muerte me marcó. Me hizo despertar.




Esperar es morir lentamente

Haber presenciado ese fallecimiento abrió mi baúl de recuerdos de par en par. Hacía años que no se hablaba en casa del tema, parecía haber pasado en otra vida, pero no.

Inmediatamente, la imagen de mi prima se metió en mi cabeza. Una pérdida familiar cuando eres pequeña, parece que no la sufres de manera consciente, pero de mayor te das cuenta de que estabas equivocada.

Miré mi lista con detenimiento.

¿Podré hacerlos algún día? ¿Y si no llego a ese día? ¡Layla, no puedes estar esperando a vivir algún día! –pensé atemorizada.

Esta situación había puesto en la mesa todos los miedos que tenía a desaparecer. Los fue sacando del baúl uno por uno, hasta que me sumergí de nuevo en mi monólogo interno.

Esos miedos que tenía a no crecer, no poder explorar... En definitiva, a no tener suficiente tiempo.

Era una sensación extraña, de la noche a la mañana empezó a entrarme una hipocondría y un miedo a morir de lo más malo. Cuando encendía 'mi cigarrillo de la paz', lo miraba como si me fuese a matar. Y en parte sé que es cierto.

Lo dicen las noticias, lo dice la propia cajetilla y te lo dice tu madre. Esos consejos de: 

― 'No bebas ni fumes, mira fulanito qué sano es y que feliz está'.


Pero ahí empezó mi revolución interna: ¿Qué sabrán de morir?

Todos esos consejos no le sirvieron a mi prima. Se la llevaron siendo sanísima de la muerte, y me dejaron con el miedo a: poder morir sin más.

No había probado una gota de alcohol en treinta años que llevaba de vida, ni le había llamado la atención probar por primera vez la calada de un piti.

Tenía la teoría de que: Si los fumadores te dicen que sabe a mierda, ¿por qué vas a querer probar a qué sabe la mierda?


Pues esa mujerona sana, sana como la flor que más brilla de tu jardín, desapareció.



¿Qué tenía que pensar de esto? ¿Qué me iba a importar a mí si un día fumaba dos cigarros menos que ayer o tres más que mañana?

¿Qué importaba ser sana? ¿Por qué iba a quitarme de un vicio de joven por no aumentar el riesgo a morir? ¡Me puedo morir sin un solo factor de riesgo!

Si tienes la genética tocada, estás hundido. Y no sirven estilos de vida que valgan.

Así que con mi fobia a la muerte, me fumaba mis cigarros con la peor teoría para relajar la mente que podría tener: 

Fúmatelo. Puedes morirte mañana por un atropello, pasado mañana porque te cae una maceta caminando por la calle o te pueden dar la noticia de que tienes una enfermedad incurable y te queda poco tiempo de vida así, sin más.

Y para colmo estudiaba la carrera que más me ayudaba a ver que la muerte está hasta en un dolor de uñas. Genial.


Tenía que ponerme las pilas y vivir. Pero no me refiero a "vivir" por el hecho de 'no estar muerto' y seguir el ritmo de vida impuesto por la sociedad y que no te define una mierda, sino mover el culo en busca de tu propia felicidad. Esa que hace que se te salga el corazón por la boca.

Todos sabemos que hay un límite, pero quería vivir mi propio camino, mis propios objetivos. Si quería lanzarme en tirolina cruzando un bosque, pues obviamente, el peligro está implícito en la aventura; pero mi cuerpo quería esa adrenalina, mis ojos ese paisaje y mi vida esa experiencia. Al final, me cansé de estar asustada, de las precauciones y de analizar todas las posibles consecuencias de mis actos.

Sólo me faltaba una cosa: necesitaba tener un guión para no olvidarme de ello.


Así que si te preguntas a estas alturas por qué creé una lista de cosas que hacer antes de morir, lo que te pregunto a ti es: ¿por qué no la tienes aún?


Dormir para soñar, cinco minutitos más.Where stories live. Discover now