5. Acua.

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AVISO IMPORTANTE EN LA NOTA DE AUTORA. Por favor, leer 

Lo bueno de las tormentas se traducía a una sola frase.

Rachel acurrucada contra mí toda la noche.

No importaba el día o el lugar, un par de truenos eran suficiente para que dejara lo que sea que estuviese haciendo y se refugiara en mí. A lo largo del tiempo que llevábamos juntos había presenciado su gran terror hacía la condición climática que en más de una ocasión nos juntó. Así como al ruido que hacen las goteras, o a la velocidad.

De un modo u otro terminaba siendo su cueva para esconderse. Pero no me quejaba, al contrario. Me tomaba muy en serio la tarea de darle calor y amor. De tomar sus miedos y de no poderlos dispersar, convertirlos en los míos. Compartirlos, junto con sueños, esperanzas y anhelos.

—Las odio, Nathan. —Se estremeció entre mis brazos cuando un relámpago alumbró la habitación a través del resplandor que entró por la ventana. Me levanté para correr las cortinas y volví a su lado, acariciando su cabello—. No tengo ningún trauma con ellas, pero no me gustan.

—Es solo agua y ruido —dije, aunque malditamente amaba las tormentas si ellas ocasionaban que termináramos así, abrazados.

—Es más que eso…no puedo dormir. —Se agitó de nuevo, peleando con las sabanas—. Tengo sueño y hambre. Dios, si no duermo, comeré. Y no quiero comer. Hoy me acabé todos los pasteles.

—Te traeré más —murmuré con la barbilla apoyada en la cima de su cabeza, jugueteando con el anillo en su dedo mientras le echaba un ojo al corral en el que Madison tenía que dormir cuando llovía—. No creo que la tienda esté abierta a esta hora, pero mañana….

— ¡No quiero comer más! —chilló, tranquilizándose al recordar que mi pequeña flor dormía así el inicio del apocalipsis se estuviese desarrollando en la cocina—. No quiero, ya he comido mucho. Ya no entro en casi nada…

—Puedes ponerte algo de lo que compramos el mes pasado. Te ves tierna usando esos…

—Ya no me quedan los pantalones de goma —lloriqueó, escondiendo su carita en mi pecho—. Nada me queda, pero quiero comer más y más.

—Mañana podemos ir al centro comercial, si quieres —murmuré, pretendiendo hacerla sentir mejor a pesar de no entender la tragedia—. Luego de dejar a Madison en la guardería. También podríamos aprovechar y ver más cosas para el cuarto.

Rachel amoldó su figura a mi torso y dejó caer su mejilla sobre mi pecho, pensativa. Subí un poco más el cubrecama para cubrir sus hombros desnudos por la escasa tela de la camisa de su pijama. Dejé caer mis manos sobre su vientre y apagué la luz de la lámpara al intuir que, ahora que la tormenta se había convertido en una llovizna, dormiría.

—Prométeme que no verás las tallas.

—No lo haré.

— ¡Nathan! Sería espantoso que las vieras. Yo me encargo, tú solo participa para darme tu opinión. Me haces sentir como…

—Me refiero a que no las veré, no a que no lo prometeré. Está bien.

—Bien. —Se arrulló a sí misma contra mí, adormilada y satisfecha como un gatito feliz—. Buenas noches, cariño.

—Buenas noches.

Sin entenderla, la abracé a ella y a mi bebé como quien abraza a un muñeco de felpa para dormir. En tres meses la paz se rompería y ella no nos dejaría dormir, pero mientras tanto las tenía a ambas para descansar.

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