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RAISA

Durante la hora del almuerzo, no somos muchos los estudiantes en el patio por culpa del clima variante entre la calidez que deja el verano atrás y el frío otoñal.

—Eh, santurrona. —Scott está sentado junto a mí, en el suelo, con la espalda recargada en el tronco de un árbol. Mantiene los ojos cerrados como si descansara, pero sé que más bien está aburrido. Tampoco es que se esfuerce en disimularlo—. ¿Qué es lo más loco que has hecho en tu vida?

Me acomodo en el suelo y destapo la bandeja que encierra mi almuerzo del día de hoy. Se trata del sándwich de ensalada de pollo sonoma partido a la mitad que preparé antes de salir del hotel. Mi favorito.

Aunque me lo planteo, me causa recelo compartirle mi almuerzo. No sé de qué forma podría tomarse mi cortesía.

—Leer un libro erótico —contesto con pena mientras pruebo un bocado, y siento que visito el cielo durante un par de segundos.

Scott abre los ojos y arruga la nariz cuando contempla mi comida.

—¿Solo piensas en libros? —suelta con indiferencia.

—No tienes idea de todo lo que puedes encontrar en ellos. —Me encojo de hombros.

—Ajá... —Disfraza su interés—. Por cierto, ¿qué es eso que tienes ahí? —Señala hacia mis manos.

—Pollo sonoma.

No espera a que le ofrezca y se hace de la otra mitad, poco después la examina, olfatea, arruga el entrecejo, y con la lengua le da una probada al relleno que se encuentra entre ambas piezas de pan integral. Ansiosa me tiene a la espera, hasta que hace un gesto de fascinación al levantar ambas cejas.

Inevitablemente sonrío con alivio.

—¿Jamás lo has probado? —pregunto con curiosidad.

—Los de arriba piensan que es una pérdida de tiempo porque no necesitamos de ningún tipo de alimento —responde, y está a punto de darle una mordida cuando, de repente, alguien lo frena con su empalagosa voz.

—Scott, precioso.

Aún con la boca abierta, Scott levanta la mirada. Su cara es el tipo de poema que expresa asco, molestia e incomodidad.

Daisy, en compañía de Alexa, agitan la mano como saludo. Entonces Scott deja caer la mitad del sándwich dentro de la bandeja plástica. Incluso a mí se me acaba de revolver el estómago.

—Quería saber si te gustaría ir a mi fiesta.

Por lo general, las fiestas de Daisy son impresionantes. Es algo que yace en la mente de cada estudiante llegada esta fecha. Suele hacer una el 23 de agosto por su cumpleaños, otra en Navidad, una por Año nuevo, y cada 31 de octubre por Halloween, día en el que también resulta que nací.

—No —responde Scott con apatía, dejándolas con la boca abierta. Nunca nadie las rechazó. De hecho, muchos anhelan una invitación que nunca les llegará.

En lo personal, jamás asistí a ninguna. Aunque debo admitir que siempre anhelé saber lo que se siente ir a una fiesta.

—Anda, por favor. Me encantaría tenerte ahí.

—¿Qué parte del "NO" no entendiste? ¿La "N" o la "O"? —inquiere Scott.

—Por favor —implora Daisy con las manos juntas—. Se llevará a cabo este viernes treinta y uno, a partir de las siete de la noche.

Eso es pasado mañana.

Scott se pone de pie.

—Estaré en cualquier otro sitio —me avisa para segundos después apresurar el paso lejos de nosotras.

Acaba de ignorar a la chica más deseada del instituto. Esto es algo nuevo.

Daisy chasquea la lengua, y cuando la miro está contemplándome con enfado.

—Vamos —le dice a Alexa y pone los ojos en blanco al marcharse.

¿Hice algo mal? No es mi culpa que la rechazara por andar de rastrera.


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Amando la Muerte ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora