26

15.5K 1.8K 404
                                    


RAISA

Prince...

El agonizante gato descansa junto a mí. Le es difícil respirar, casi tanto como a mí.

Sin un ápice de duda o temor, acerco la mano a su cabeza, él la mueve, acercándola un poco a mí, inclinándola con dificultad, como si esos tres segundos de consciencia hubieran sido suficientes para sentirme, para saber que estoy aquí, tratando de llegar a él.

En efecto, aquí estoy, en un intento desesperado por entender a qué se deben estos sentimientos que han despertado junto conmigo.

Prince.

Su melena oscura es suave y sedosa, se siente bien.

Y como si fuera capaz de escuchar mis pensamientos, abre los ojos. Con mucho esfuerzo los deja abiertos durante dos breves segundos, poco antes de cerrarlos y emanar un largo suspiro.

De pronto siento que quiero echarme a llorar. Mi pecho duele. Siento un nudo en la garganta indescriptible, como si estuvieran arrancando una parte de mí.

—¿Qué ocurrió? —Mi voz es un susurro quebrado.

Los contemplo a todos, sin miedo ni inseguridad.

Es extraño.

Pero de pronto estoy recordando todo eso que soñé, lo mucho que me gustaba dibujar de pequeña. Un enigma porque, sé bien, es normal no tener recuerdos de los primeros cinco años de vida, pero siempre pensé que por lo menos debe haber algo, cualquier mínima ráfaga de memoria que hubiera marcado una gran etapa de vida.

Muchas veces pensé cuán extraño era haber olvidado la supuesta muerte de mis padres, pero ahora empiezo a tener grandes sospechas de que probablemente, aquello nunca ocurrió.

Eso es lo que no tenía, un recuerdo que me pusiera a debatir sobre por qué de repente empezaron a sucederme tantas cosas extrañas, por qué mi mundo estaba tan de cabeza desde el principio.

Pero en ese sueño lúcido de hace poco, pude verme dibujando en hojas de papel. Los dibujaba a ellos, a mis cuatro compañeros. Es lo único que hacía. Por mi seguridad, no podía hacer nada más que permanecer sentada junto a papá.

Si bien lo parece, jamás me sentí sola, porque los tenía conmigo todo el tiempo. Aunque antes solía llamarlos de otra manera, pero eso ya no lo recuerdo. Se trataban del único regalo de mamá, pues de ella no tengo memorias, no tenía permitido estar ahí abajo con nosotros.

—Ángeles. Le han estado dando caza últimamente —aclara Drac.

—Tarde o temprano iban a enterarse de que ese hotel es suyo. Fue una idea arriesgada y muy estúpida —reniega River.

—¿De qué hablas? —pregunto.

—Prince lo hizo para cuidarte porque no podíamos estar todo el tiempo físicamente, por esos ángeles que te acompañan. Indirectamente les ofreció techo a ti y a...

Leire.

—Ustedes realmente son... —No sé cómo llamarlos, pero ellos parecen saber a qué me refiero, porque al menos River asiente con la cabeza y luce bastante aliviado—. Entonces, todo es cierto.

—De principio a fin.

—Pueden estar envenenando tu mente —advierte Scott—. Puede que nada sea cierto. Puede que tan solo sea un engaño.

—Nadie pidió tu opinión. —River sentencia.

—Me importa poco si te afecta.

—Basta —pido—. ¿Qué debo hacer para ayudar a Prince? —le pregunto a Drac, quien parece ser el más sensato de todos aquí.

Amando la Muerte ✓Where stories live. Discover now