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RAISA

La música de la fiesta, sumada con los gritos emocionados de los invitados, es lo único que resuena a mis espaldas como un eco terrorífico. Apenas puedo ver la casa de Daisy, y es como si se encontrara detrás de una cortina de humo espeso.

Devuelvo la mirada hacia el lago. Aquel individuo sin cabeza continúa avanzando hacia mí.

Demonio, discierno.

Está bastante lejos. Seguramente puedo escapar de él.

Tan solo por este día, los demonios no tienen miedo a manifestarse. Mientras defino el cuerpo vestido de chef a orillas del pequeño lago, recuerdo lo que Scott me dijo al llegar.

O tal vez no alcance a dar más que un paso.

La silueta alta y delgada que se aproxima, dentro de un parpadeo desaparece, y al manifestarse a escasos metros de distancia, no lo hace solo.

Scott ha intervenido entre ambos y permanece dándome las espaldas, habiendo golpeado al demonio con fuerza suficiente como para casi devolverlo al sitio en que lo vi la primera vez.

—¿Qué haces aquí? —increpa Scott, mirándome sobre el hombro como si hubiera hecho la cosa más estúpida del mundo. Y lo es. Totalmente.

A nuestros oídos llega el gruñido gutural como de una bestia.

Poco después reparo en el cuadrúpedo. No sé de dónde salió, sin embargo, se encuentra a nuestro lado derecho, alejado un par de metros de distancia. De todas formas, casi puedo asegurar que está a la altura de mi cadera, y su pelaje casi tan negro como la noche tiene destellos. Es como si cargara la galaxia sobre su lomo. Lo reconozco. Se trata del mismo animal que Scott y yo vimos pasear por los pasillos del hotel esa mañana. Pero ahora, al verlo de mejor manera, puedo concluir que no es un perro, sino más bien un lobo.

—¿Prince? —me pregunto, y el animal, como si hubiera sido capaz de escucharme, voltea a verme. Su mirada no se parece en nada a la de Prince. Sus ojos, más bien, resplandecen como el bronce. Luego sacude la cabeza de izquierda a derecha mientras avanza un paso hacia mí, poniendo en evidencia las filas de peligrosos colmillos.

Por instinto retrocedo. Scott no ha movido un músculo, sin embargo lo contempla con atención.

El viento ha pasado de frío a helado, y el lobo de repente se detiene, devolviendo la mirada hacia la silueta sin cabeza que ya se ha recuperado del golpe.

Con el corazón acelerado, echo una mirada furtiva hacia ambos lados, advirtiendo que esa profunda oscuridad tan solo se concentra en una pequeña zona de todo el inmenso patio trasero, reduciéndose al sitio en el que nos encontramos.

Es como si una parte del infierno hubiera sido tomada para ser colocada justo en este lugar.

—Raisa, escucha con atención. Tenemos que hacer algo. —Scott me indica en un susurro, lo que ocasiona que el cuadrúpedo voltee para gruñirle de forma amenazante. Es animal el que se encuentra justo en plena mitad.

No sé qué hacer, ni siquiera si podría intentar algo, como echar a correr y llamar la atención de alguno para distraerlo mientras Scott se encarga del otro. Quizá sí pueda hacer eso. Sin embargo, nada me garantiza que, al final, no resulte lo suficientemente rápida y sea alcanzada por alguno.

Otro gran gruñido me recorre el cuerpo entero cual escalofrío, y de repente Scott me empuja suavemente.

—Tienes que irte, ahora. —Vuelve a empujarme y no lo pienso demasiado.

Mis piernas se mueven a gran velocidad, y cuando regreso la vista para comprobar, el lobo corre hacia Scott, pero no es el único. La silueta también lo ha seleccionado como blanco. Pasaron por completo de mí.

Me detengo.

Scott permanece atento, a la espera de quien sea que llegue primero.

El lobo lo hace primero. Da un gran salto y, cuando creo que caerá sobre él, me parece que su impulso fue demasiado. Pasa por encima de Scott, dejándolo atrás y cayendo sobre la silueta inmovilizada por Prince, quien acaba de emerger del suelo para sujetarla por la espalda.

Los colmillos del lobo se incrustan y desgarran, convirtiendo la silueta en nada más que polvo que, en cuestión de tan solo segundos, se disipa al igual que el resto de la profunda oscuridad.

—Raisa. —Scott ya se encuentra junto a mí, con sus imponentes alas extendidas a sus espaldas, sacándome del trance.

—¡Raisa! —Una nueva voz también pronuncia mi nombre, pero esta proviene cerca de la casa. Es Leire, y también está acompañada por Nil. Dijeron que pasarían por mí a las once de la noche. Es un mal momento para que sea la hora acordada.

—¡No se acerquen! —Les advierto, pero ellos también me ignoran y corren hacia mí.

Leire levanta el brazo, y el cielo se ilumina por un relámpago. Luego, un poderoso estruendo se entierra en el suelo cerca de nosotros, causando una gran ráfaga de aire que, si no fuera por Scott, me habría arrojado al suelo y arrastrado varios metros hacia atrás.

El pitido en mis oídos me aturde durante un momento. Luego, un resplandor hace brillar el objeto alargado que parece haber sido traído por el trueno. Se trata de una espada que parece de cristal, y que, al ser empuñada por Leire, acciona el inesperado florecer de un par de alas blancas a sus espaldas.

Inmersa en contemplar la figura de mi hermana lucir como un magnánimo ángel, dejo de prestar atención a todo lo demás.

—Nil, llévatela de aquí. —Leire se sitúa en frente del lobo y Prince, con el filo de su impresionante espada aguardando por ellos.

¿Qué es esto? Leire, ¿un ángel?

—No. —Mi respuesta sorprende a todos.

—¡No discutas! —me riñe.

—Anda, vamos. —Nil me toma del brazo, y por primera vez lo contemplo como si no lo conociera. Él también sabe la verdad, porque no luce sorprendido en lo absoluto, no obstante...

Miro a Scott, como si él pudiera hacer algo al respecto, pero nada más encuentro su desconcierto. Él tampoco esperaba que Leire se presentara ante nosotros en un momento así, peor aún que invocara una especie de arma celestial, porque estoy segura de que eso fue lo que ocurrió.

Sin esperarlo, el agua del lago se agita y escupe una silueta que cae sobre Leire y la empuja al interior del lago. Me invade una terrible sensación de pánico mientras reconozco a quien lo ha causado. Es River, el mejor amigo de Drac y su mano derecha en el fútbol americano. Está empapado, y de pronto sonríe en nuestra dirección como lo hacen los hombres cuando alguien los desafía. A decir verdad, es un poco aterrador.

—Nos volveremos a encontrar, Raisa —dice River con calma, como si nos hubiéramos tropezado en un campo de golf un sábado por la mañana.

Poco después, el lobo, River y Prince, los tres juntos desaparecen detrás de una nube emergente de vapor oscura.


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Amando la Muerte ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora