La chica y los bandidos

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- ¡Oye, estúpido!

El olor de la cantina era una mezcla de orines, cerveza y tabaco. El bullicio se confundía con el horrible sonido del pianista aprendiz de ese día y la voz del borracho que cantaba la canción del pez. Aun así, un insulto como ese no debía ser tratado a broma. Aunque nadie lo hubiera escuchado.

- ¡A ti, imbécil! ¡Te estoy hablando! ¡Cabeza de rodilla!

El calvo se giró. Tenía un gran bigote tupido y tres cicatrices que le cruzaban desde la frente hasta la barbilla. Dejó su jarra de cerveza, se levantó de su asiento y toda la gente se cuestionó el hecho que los gigantes no existan. Se ajustó los tirantes y se acercó al hombre que le estaba insultando.

- ¡A ti te estaba diciendo! - dijo el gritón, al mismo tiempo que se levantaba de su asiento. El tipo le llegaba al ombligo. Tenía la barba muy cuidada, los ojos negros y el cabello negro lacio, peinado hacia atrás.

El calvo hizo un gesto de desdén. Miró hacia el enorme martillo industrial que dejó cerca de su asiento y se encogió de hombros.

- ¡Ey! ¡Mírame cuando te hablo! - siguió gritando el bajito. Señaló al calvo y luego a la calle -. ¡Tienes una cita con el destino! ¡Y ese soy yo! ¡Tú, calvo, y yo! ¡Afuera!

La gente se detuvo a mirar, pero el bullicio continuó. Al fondo un grupo de mujeres reían un chiste de manera escandalosa. El borracho llegaba a la parte donde mencionaba cómo la chica cogía el pez.

Los dos hombres salieron acompañados por un grupo de curiosos. Una vez se pusieron frente a frente, el calvo se puso en guardia y... el otro tipo se puso a temblar.

- ¡Era una broma! - dijo, al mismo tiempo que se arrodillaba y lloraba -. ¡Yo me adelanté y no pensé que irías a venir!

Los curiosos se rieron y comenzaron a irse. El calvo vio al tipo como suplicaba de manera tan patética que, solo para desquitarse, hizo el ademán de darle un golpe pero alguien le detuvo por detrás.

- ¡Eh! ¡Eh! ¡Tranquilo amigo! - le dijo alguien con una voz suave -. ¡No mate a ese pobre diablo!

El calvo se giró. El que le había detenido era un muchacho de cabello castaño, ojos muy negros, rasgos finos, una sonrisa gentil y pequeño también.

- Mire a ese pobre diablo - dijo el joven, soltándolo y sonriendo abrió los brazos -. Está tan borracho que no puede ni pararse bien y hasta se ha orinado de miedo - el chico bajó la voz y se puso la mano cerca a la boca -. Yo lo conozco, y ahí donde lo ves, nadie daría un cobre por él. Pero le cuento un secreto: es un príncipe.

- ¡Ay! - gritó el príncipe borracho. Sus gritos parecían chillidos de cerdo -. ¡No me mates!

- Escúcheme, amigo - continuó el joven con una voz melindrosa y muy rápida -. El tipo anda muy observado: espías por todos lados. Pero es un engreído, no le gusta que le protejan. No se sabe dónde están esos espías, quizá ya te vieron en la cantina. Si le haces algo, puede ser que de noche, mientras estás en tu cama, alguien venga a asesinarte.

El calvo entrecerró los ojos, iba a decir algo, pero el muchacho levantó el dedo y con una sonrisa pícara y, como contando un secreto, dijo:

- Pero el tipo es millonario, ¿ves esa bolsa en su cintura? Lleno de oro. Dirá usted: "¿Cómo lo sé?" ¡Pues porque yo soy del reino de donde viene ese príncipe! ¡Lo conozco y lo he seguido! - el príncipe borracho, se tambaleaba y gritaba. El calvo entrecerraba los ojos para observar la supuesta bolsa de oro. El joven chasqueó los dedos, el calvo se giró hacia él y siguió escuchando:

- Yo estaba ya a punto de robarle su oro, pero, ahora gracias a usted, el príncipe ya no va a seguir bebiendo aquí. Mire, le propongo algo: ya que se ha metido, aunque sea por un azar del destino, en este tema, no veo por qué no debería recibir una parte del botín. Esa bolsa debe tener, por lo menos, unas doscientas monedas que... repartiremos en partes iguales - el muchacho sacó una alhaja brillante de su bolsillo -. Le daré mi broche, que puede preguntar dónde sea, es de la guardia de mi reino y vale mucho más de 100 monedas, pero usted parece un caballero confiable. Nos veremos debajo del puente a la medianoche. Usted se irá de aquí y yo llevaré al príncipe a seguir tomando, hasta que en un descuido le robe la bolsa. Es mejor así, sin tanto escándalo. A él no le hará daño perder esa bolsa y a nosotros no nos vendrá mal ese dinerito. Pero necesito una garantía, también de su parte. ¿Qué me puede dar?

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⏰ Last updated: Oct 09, 2019 ⏰

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El Artilugio RobadoWhere stories live. Discover now