Capítulo 1: la mordida a media noche

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Era martes en la mañana cuando Luis Cátedra veía en la televisión que se aproximarían lluvias para el fin de semana, según el pronosticador no sería una fuerte tormenta solamente una breve llovizna. El sector agrícola de Luis se veía enormemente afectado por infernales temperaturas que lo obligaba a gastar enormes cantidades de agua en sus plantas y en su familia. Supo en ese instante que una lluvia, por más leve que sea, sería una bendición por parte de los cielos. Luis yacía en la mesa desayunando a punto de embarrar manteca en la última galleta salada hasta que sus hijos interrumpieron. Eran Tadeo y Liliana, ambos de cinco años. Los dos se presentaron sin mediar palabra, con sus uniformes limpios y con la mochila cargada lista para ir a la escuela. Luis cobró conciencia de su deber como padre y les indicó que fueran al auto mientras él se arreglaba un poco; lo cierto es que solo quería ver como se encontraba su esposa.

Elvira Cátedra reposaba en cama desde hace casi un mes atrás culpa de una fiebre garrafal que le impedía estar mucho tiempo de pie. Según su doctor solo requería reposo y una medicación recetada, sin embargo jamás faltó a su medicina y solamente se levantaba para ir al baño, aun así ella no demostraba alguna mejora. El simple hecho de que Elvira no empeorara era lo que mantenía el optimismo de Luis. Desde que tiene memoria Elvira nunca gozó de una salud normal, siempre presentaba síntomas de gripe y pocas veces tuvo la suerte de que alguien la viera sin toser o sonarse la nariz. Pero tras una ola de calor en la granja, su estado empeoró casi de golpe. Fue cuando Luis se encontraba pintando la madera del corral para las ovejas y Elvira salía de la casa con una gran botella de agua cuyas gotas deslizaban desde el cuello hacia la base de la botella como el sudor en la frente de Luis. Él la miraba agradecido mientras ella sonreía en respuesta mientras se acercaba, los niños se encontraban afuera también haciendo sus tareas debido a que era preferible el calor del exterior que del interior de la casa. El miedo que sintió Luis cuando su esposa cayó al suelo solo podía ser superado por el pavor de sus hijos al ver como su madre se desmoronaba. Luis no recuerda con exactitud lo que pasó después, todo lo que sabe es que Elvira descansaba en cama mientras él tenía un paquete de pastillas en una mano y un vaso de agua en la otra, tuvo la graciosa duda de si eran para ella o para él. Tal vez el enorme miedo de ver a su esposa desmayarse lo haya hecho entrar en un estado primitivo en el que la adrenalina borró todo rastro de pensamiento en su mente y solo quiso salvar a Elvira. Pero si recuerda eso... el miedo, el miedo que hizo que cada pelo de su cuerpo se erizara con espanto cuando presenció el desmayo; un miedo como ese no lo olvidará jamás.

Luis llegó en auto a la escuela con sus dos hijos, se encontró con el oficial Silvio Gáreca en la entrada, un uniformado que llevaba unos años dentro del cuerpo policial y que además era un antiguo amigo suyo. Silvio estaba dejando a su hija, acostumbraba llevarla en la patrulla mientras estaba de servicio; para sus compañeros de clase era algo único.

- ¿Cómo se encuentra hoy cadete? – preguntó Luis sarcásticamente mientras hacia un saludo como el de un coronel a un cabo.

- Muy bien y ya deja de hacer eso – respondió Silvio mientras le bajaba la mano de la frente.

Ambos se saludaron como caballeros y posteriormente se despidieron de sus niños y entablaron una corta charla hasta que cada uno fue a su auto.

- ¿Te apetece pasarte por la casa más tarde? – Preguntaba Luis – quedó un poco de torta del cumpleaños de Elvira.

- Puede que pase más tarde – dijo Silvio cuando abrió la puerta de la patrulla – debo ver al viejo Aguirre antes.

- ¿Él está bien?

- Seguro que sí, solo voy a verlo porque cuando llamó no entendí de qué me estaba hablando. ¿Cómo está Elvira por cierto?

- Ni bien ni mal – contestó Luis en un tono apagado y después entró al auto.

El caníbal del norteTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang