Epilogo

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- Fue gracioso al final – contaba Silvio – me enteré que ese título trataba de un loco en Salta y no de acá.

- Si, fue hace poco – decía Fernando.

- Tengo una duda – dijo Silvio - ¿Qué hacían ustedes dos en la misma patrulla esa noche?

- Yo había llamado a Elvira antes – contestó Rodrigo – pero cuando fue a buscar a Luis soltó el teléfono y lo siguiente que escuché fueron gritos y escándalos... creí que algo malo pasaba así que llamé a la policía de la ciudad preguntando por vos pero me dijeron que te habías ido, entonces me altere y fui hacia allá.

- Lo encontré en la comisaria – seguía Fernando – lo ofrecí a llevarlo y tomé unas cuantas unidades más ya que lo que contaba era digno de preocupación.

- Ya veo... - respondía Silvio – ya veo.

La sala se llenó de un silencio incomodo pero pacifico.

- Igual – interrumpió Silvio – creo que estaré listo para irme en unas semanas... solo me faltan unos exámenes más y...

- Silvio – interrumpió Rodrigo – hay algo que debes saber, cuando te desmayaste esa noche, empezó a llover y el fuego del granero se apagó.

Silvio puso una cara desentendimiento, como si le estuvieran hablando en otro idioma y luego unas lágrimas resbalaron en sus mejillas.

- Unos cuantos entraron ahí esperando ver el cadáver calcinado de Luis y... no había nadie.

Silvio entrecruzo sus manos en su cara aguantando el llanto desgarrador que le provocaba oír eso.

- No creemos que hayas sido culpable de la muerte de la familia de Luis pero – indicaba Fernando – se han avistado cuerpos mutilados por mordiscos mientras tú estabas dormido – Silvio soltó unas carcajadas de dolor.

- Lo llamaban "el caníbal del norte" – decía Rodrigo – y creemos que se trata de Luis porque los que afirmaron verlo dijeron que solo tenía un ojo... ¿Vos le quemaste un ojo no es cierto?

El llanto de Silvio comenzó a incrementarse mientras se golpeaba la cabeza con los puños.

- ¡Yo lo maté les juro que lo maté! – Gritaba Silvio mientras se ponía de pie - ¡¿Por qué no empezaron diciéndome eso?! – Un guardia lo sostuvo mientras un interno le inyectaba un sedante.

Silvio se durmió, Rodrigo y Fernando entendían que esto significaba que debían retirarse, salieron en silencio sin saber qué decirse ante lo presenciado. Afuera, Fernando le ofreció a Luis un cigarrillo, él lo rechazó con la mano y Fernando se encendió uno.

- Esperemos que con el tiempo Luis se convierta en otra de las leyendas del norte – dijo Rodrigo y se fue sin despedirse de Fernando.

El caníbal del norteWhere stories live. Discover now