Capítulo 7

99 10 18
                                    

Lo primero que me llamó la atención fue la claridad de la habitación.

Era como si alguien hubiese querido cegarme abriendo un par de ventanas y dejando caer los dorados rayos del sol por todos lados.

La habitación tenía un precioso zócalo de madera oscura que llegaba hasta la mitad de la pared, y hasta arriba continuaba un empapelado damasco de color rojo burdeos. En medio del dormitorio hacia acto de presencia una enorme cama con sábanas blancas y cojines de tonalidades desde marfil hasta dorados apagados.

La cama tenía las cortinas de seda marfil, atadas con finas tiras del mismo material.Daba la impresión de que la cama en sí misma era un lugar donde perderse y no volver.

Al lado de la cama se encontraba una cómoda de lo que parecía ser madera de cerezo con varios cajones y un diván con una manta que parecía más decorativa que para taparse con ella. La lámpara de araña que brillaba con lo que sospechaba que eran diamantes de verdad colgaba del inmaculado techo.

Me dirigí a la puerta en el extremo derecho y descubrí el baño, de colores pastel y decorado con mucha pomposidad y tras echarle un rápido vistazo a la bañera, salí, cerré la puerta tras de mí y me dirigí a la del extremo izquierdo.Al descubrir su interior, me dieron ganas de no haberla abierto. Había cientos y cientos de vestidos variopintos, faldas y camisas, pero ningún par de vaqueros en los que enfundarme a la vista. También había distintos tipos de zapatos, desde botas a tacones que eran más indicados para matar a alguien con ellos que para calzarlos, y como me temía, no encontré ni un sólo par de deportivas, sólo joyas y maquillaje.

Resoplé.

El castillo era a menudo atacado por distintos grupos de rebeldes y de vez en cuando traspasaban las puertas del castillo, y ¿Qué hacía la gente cuando esto pasaba y no llevaba un arma a mano? ¿Cegarlos con su riqueza o qué?

-Señorita Carter.Me volví ante la propia mención de mi nombre. En cuanto lo hice, la chica pelirroja inclinó su cabeza en señal de respeto. Era absurdo.

-Me llamo Lucy, y me caías bien hasta que has hecho eso. No soy ninguna estirada.Ella me dedicó una pequeña sonrisa

-Lucy, mi nombre es Sophie y ellas son Rebekah y Lissa.

-Rebekah con k, señorita- Dijo la morena menudita  y le venía al pego, puesto que, como su nombre, evocaba una personalidad exótica y fuerte. En cierto modo me recordaba a mi primo Derek.

Antes de que lo viese venir, mi mente se llenó de fragmentos del pasado.

Derek, quien se unió a mi bando. Derek, quien parecía saber mucho pero jamás decía nada. Derek, quién desapareció un día, como si de repente hubiese decidido irse con el aire. Un momento estaba ahí y al día siguiente, no había rastro de él.
Cómo se atrevió a irse sin una despedida el bastardo

-Señorita, creo que debería ir tomando el baño si quiere llegar a tiempo. Nosotras lavaremos su pelo.

Me dirigí al baño, me quité la sucia ropa de mi cuerpo y antes de entrar en el baño, algo sonó. Ante mí apareció una imagen rectangular con letras que no entendí. Toqueteé unos pocos de botones y de repente, el agua con espuma empezó a llenar la bañera. Por un momento temí que se desbordara, pero al llegar al punto justo paró y me introducí en ella.

Sophie apareció segundos después y se situó detrás mía, toqueteando mi cabello y, una vez me indicó que saliese, me enseñó a utilizar la opción de secado automático, que basicamente era un chorro de aire caliente que me quitó cualquier humedad existente en el cuerpo. Cuando me envolví en el albornoz templado colgando del pomo, Sophie me sacó casi a rastras del baño a la fría habitación con cierto desden.Ahora que me daba cuenta, jamás había estado envuelta en un albornoz tan suave.

Run awayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora