Capítulo 8

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Lo primero que hice fue dirigirme hasta mi habitación, quitarme la ropa y las estúpidas joyas y enfundarme en los pantalones mas elásticos que pude encontrar, aunque no encontré ninguna camiseta, por lo que me puse una camisa en principio. Deshice el peinado y me lo recogi en una cola de caballo alta. Más tarde, lavé mi cara.

Una vez terminado, pensé el lugar más fácil de obtener una camiseta.

Podría pedírsela a Sophie...o podría cogérsela a Alec.

Salí revoloteando de mi habitación, cerré la puerta y abrí la suya...o lo intenté, porque era estaba cerrada. Por desgracia para él, una cerradura no significaba impedimento para mí. Me saqué una horquilla y miré a través del pomo:La cerradura estaba bloqueada con el sistema Dayer.

Explicación rápida:El sistema Dayer consiste en una serie de rayos calientes que detecta el metal con el que está hecho y si la llave es correcta, el metal se fundirá y rellenará la cerradura. Si no, esos rayos apuntan hacia ti, y ya os podeis imaginar que pasa. Persona asada a la parrilla. Al menos en el palacio.

Hice un repaso rápido de los metales posibles para el sistema, y adivinad qué:El gilipollas de Felton Dayer incluyó el latón entre ellos.

Metí la horquilla y recé porque se fundiese. Y lo hizo.

Reprimí el gesto de victoria y cerré la puerta tras de mí y cuando me volví a mirar la habitación en la que había irrumpido, ahogué un grito.

El cuarto de Alec era un desastre de ropa, papeles, armas y fotografías por todas partes, como si alguien hubiese utilizado el secador del baño en la zona equivocada.

Hice un registro rápido de dónde podría encontrar una camiseta intentando no tocar el desorden reinante y me dirigí hacia el centro de mis sospechas, que no era otra que una cómoda a rectángulos blancos y negros. Daba dolor de cabeza nada más mirarla. ¿Quién había diseñado esta monstruosidad, por favor¿

Abrí el primer cajón y lo cerré en menos de lo que alguien tarda en parpadear, mientras sentía mis mejillas arder. No es como si tuviese interés en haber descubierto el temido cajón de los calzoncillos de su estirada alteza real.

Abrí el segundo, casi rezando por no encontrarme algo desagradable y bingo: Estaba repleto de camisetas.

Cogí el cajón, lo llevé hasta la cama y lo volqué allí, intentando encontrar una de color liso.

Casi muero de la risa cuando cogí la primera y leí lo que ponía.

-Tienes que estar bromeando.-Dije en voz alta.

La camiseta contenía una frase diciendo "soy el rey de corazones y tu eres mi reina de espadas"

No entiendo como alguien lo podía tomar en serio con una prenda como esa.

Revolviendo, encontre una normal de color negro,que me puse tras arrojar la ridícula blusa que llevaba.

Cerré la puerta y salí de allí como si no hubiese hecho nada malo, y tras preguntarle a un guardia que me guiase hasta el mejor sitio para combatir, me puse a analizar las mejores formas de escapar del infierno de la Corte.

Nada de ventanas, ni de trampillas ni pasadizos: ¿Qué pasó con los clásicos?. Si quería escapar de aquí iba a tener que encontrar mapas y batir mis pestañas inocentemente.

-Aquí es, señorita.

Asentí y abrí la puerta y me encontré...

-¿Se puede saber porque estoy en un maldito campo?

A mis espaldas, alguien contestó.

-Eso es porque tus pies te han traído hasta aquí.

Me volví y me encontré a nada más y nada menos que Elliot Bellamy con una copa de algo que claramente no era zumo. De tal palo, tal astilla ¿no?

Run awayWhere stories live. Discover now