Capítulo 3: Llantos de medianoche.

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-¡USTEDES NO PUEDEN HABER ECHADO A PERDER TODO!- Raynold nos gritaba mientras caminaba de un lado a otro.- ¡NO PUEDEN TRAER A NIÑOS HUERFANOS A MI DESPACHO!

Efectivamente, Judy y Simon estaban de pie en un rincón. La niña contenía las lágrimas, intentado parecer fuerte ante el desagradable barrigón que nos regañaba. Simon, por otro lado, necesitaba un cambio de pañales. Urgente.

Levanté mi cabeza unos centímetros -estaba con los brazos cruzados sobre el escritorio y el rostro enterrado en el espacio libre- y ví a Jayden mirándome.

Gruñí al escuchar los nuevos quejidos del hombre y me recliné en la silla. Mis párpados pesaban demasiado. Demonios, quería dormir hasta el año próximo.

-Zurina.- sentí el siseo de alguien llamándome. Raynold me observaba con ojos brillantes.- ¿Qué sucedió realmente?

-Lo que le dijimos, señor.- repetí con tono cansino.

-Cuéntamelo de nuevo.

De verdad, juro que algún día terminaría matando a ese maldito.

-Anoche hicimos lo que usted nos pidió: llegamos a la casa, nos infiltramos y comenzamos a buscar la pintura. Encontramos estos niños y los pusimos a salvo. Continuamos buscando y encontramos nuestro botín. Regresamos, dormimos y no hace más de dos horas entraron por la ventana de mi casa y robaron el cuadro. No alcanzamos a seguir a la persona y la perdimos de vista.

Sather soltó un largo y ronco gruñido. Puse mis ojos en blanco sin que me viera y todo se quedó en silencio.

-¿Puedo regresar a mi apartamento? Tengo mucho que estudiar.- espeté ya harta.

-¡Cuando decidamos qué mierda hacer con estos niños!- me gritó en la cara, haciendo que su putrefacto aliento chocase contra mi nariz.

Jayden intentó hablar, pero nuestro cariñoso jefe -nótese el sarcasmo- lo calló de un golpe en el escritorio.

Miré hacia mi compañero, exasperada, pero él tenía la cabeza gacha. Me quedé observándolo: la luz hacía que sus pestañas proyectaran sombras en sus pómulos, sus ojos se veían brillantes y cálidos, sus hombros anchos y sus abdominales bien marcados contra la playera. Mordí mi labio al pensar tanto en él y fruncí el ceño.

-Tengo una idea.- murmuró.

Raynold y yo le prestamos atención de inmediato y esperamos a que comenzara.

-Chloe puede quedarse con Judy. Creo que se llevan bien, son las dos mujeres y puede hacer las cosas que hacen las chicas.- asentí y le dirijí una sonrisita a la niña que me miraba con los ojos bien abiertos.- Mientras que Simon... bueno, él puede quedarse en mi casa.

Contuve una risa al imaginarme a Jayden con un traje de mujer cuidando de un bebé.

-No quiero separarme de mi hermano.- gritó la niña.

Todos nos volteamos a verla y ella se intimidó. Bajó un poco la mirada, pero rápidamente la subió y nos la sostuvo.

¿Por qué me recordaba a mí?

-Podemos pagar un canguro para que, mientras estamos en clases, los cuiden juntos.- opiné. Jayden asintió a regañadientes.- Y, si no es un plan tan descabellado, puedo entrenar a Judy. Creo que tiene potencial.

Raynold asintió sopesando nuestras proposiciones.

-Bien. Pero el entrenamiento será diario, al igual que el tuyo.- aclaró.

Asentí y le entregué mi mejor sonrisa falsa. Cuando nos dió permiso para irnos, caminé y tomé de la mano a Judy. Jay tomó en brazos a Simon y los cuatro salimos.

She's a Fighter ©Where stories live. Discover now