Capítulo 5: Confesiones.

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Abrí mis ojos como platos y las lágrimas acudieron con extrema rapidez. Todo se veía borroso a causa de las malditas y no pude evitar dar traspiés.

Enjuagué mis párpados y me obligué a dejar de temblar. Tenía que ser fuerte. Por mi amiga. Por Stacy.

Me costaba horrores respirar y con cada paso mis pies amenazaban con quedarse estáticos. Apresuré mi ritmo y llegué al frente de la puerta cerrada de su habitación. A ese punto mi mano no paraba de moverse, inquieta. Respiré hondo y puse mi mejor posición de ataque. Apunté con la mira de mi arma y preparé mi mente por si debía ver lo peor.

Con una patada firme abrí la puerta, resquebrajando la madera y provocando un fuerte estruendo.

-¿Stacy?- dije con un nudo en la garganta. No podía permitirme titubeos.

Una risilla muy conocida llamó mi atención. Fijé mi vista en el espacio debajo de la cama y subí el dosel que lo cubría. Automáticamente unos mechones rubios se esparcieron por el suelo y una mano morocha intentó recogerlos rápidamente. Pisé los dedos con fuerza y un alarido de dolor me confirmó las sospechas.

Michael y Stacy estaban debajo de la cama. Sanos y salvos.

Pensar en todo lo que hubiera ocurrido me hizo temblar bruscamente y la pistola cayó de mi mano. Mis rodillas no tardaron en flaquear y en pocos segundos me encontré tumbada en el suelo. Mis hombros se sacudían espasmódicamente con los sollozos que me eran imposibles de contener.

Sin darme cuenta las lágrimas brotaron de mi interior. Me hice un ovillo en el suelo y enterré mi cara en el tapete. ¿Por qué estaba así? Simple: había imaginado el cuerpo de mi primer y mejor amiga sin vida sobre la cama.

Mike y mi amiga abandonaron lentamente su escondite y pude verlos. A los dos les escaseaba la ropa: Stacy tenía una camisa roja desabrochada y su sostén de encaje estaba a la vista de todos. Sus shorts habían desaparecido y solo traía las bragas a juego. Michael, en cambio, solo tenía los bóxers, así que tomó su pantalón y se vistió torpemente.

-¿Chloe?- dijo extrañado. Él solo me había visto llorar el día que nos conocimos cuando caí de las escaleras, así que mi situación le resultó completamente extraña. Al igual que a mí.

-¡¿Qué sucede, Chloe?! ¡¿Por qué lloras?! ¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Por qué tus pies sangran?! ¡¿Y QUÉ COÑO HACES CON UNA JODIDA PISTOLA?!- chilló en tiempo record Stacy.

Intenté responder pero solo pude soltar un ronco gruñido. Las imagenes de su cuerpo torturado y sin vida me atormentaban y las lágrimas escapaban como torrentes. ¿Por qué mierda me estoy permitiendo llorar?

-Y-yo...- inicié pero no tardé en derrumbarme otra vez.

La culpa retumbaba contra mis oídos y no me permitía ponerle un freno a mi llanto. Quise incorporarme, hablar, respirar con normalidad, cualquier cosa, pero no pude. Quería explicar que me torturaba la idea de que algún día todos a mi alrededor morirían y sería mi culpa. Muchas mafias me habían perseguido durante toda mi vida y, milagrosamente, yo había sobrevivido.

Mi padre, por ejemplo, no.

Una mano se posó sobre mi hombro y me revolví en el lugar.

-Por favor, deja de llorar.- suplicó Mike tomándome en brazos sin cambiar mi posición y acunándome.- Me hace daño.

Decidí mirarlo a los ojos, por más de que mi visión estuviese algo borrosa. Sus mejillas estaban rosadas -lo más cercano a sonrojarse que su color de piel permitía- y sus pupilas dilatadas. Fruncí el ceño y hundí mi rostro en su cuello. Rodeé su nuca con mis brazos y me quedé así unos minutos. La histérica respiración de Stacy llegaba hasta mí como un indicio de su preocupación.

She's a Fighter ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora