Baja en batalla Muerto en batalla Muerto en combate

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Esta es una simple historia de cómo murió la parte posterior de mi cerebro, podría decir que salió volando, pero estaría mintiendo porque no la vi, o que se derritió cual paleta en verano, pero también mentiría porque tampoco la sentí, gracias a esto me he dado cuenta de que soy un mentiroso empedernido; digo que su despedida fue un escape sublime de un lóbulo rebelde o el desertor envalentonado de una organización supuestamente perfecta. Pero la verdad aparente es que fue una tragedia, -desdichado del humano que pierda nada más y nada menos que su centro de la visión-.

Al dejar de existir el pronóstico era que viviría como un aguacate o peor, como una berenjena; al afirmar que esta es la simple historia del fin de una parte de mí, se pensaría que mis presagios vegetales se realizaron y ahí terminó todo, pero si me encuentro acá para relatar la historia demuestro que simple no es sinónimo de corto.

"La trama de las historias está sobrevalorada" lo que define esta historia por excelencia es esta declaración, puesto que su inicio es un final y su final es irrelevante e incierto; pero lo que compete a este párrafo es su nudo, lo que empezó a cambiar tras la baja de uno de los 4 tenientes; mis ojos adquirieron la habilidad de ver de las letras lo espirales que cada una despide, esto dificulta la lectura, pero potencia el sentir; lo que perdí no fue la visión, fue la literalidad; de la mano de esta nueva facultad vino la de hablar a velocidades que los humanos no alcanzan a captar parecerá inútil en un mundo lleno de humanos, y sí, lo es; al igual que las sonatas que puedo crear poniendo mis manos sobre una superficie plana, ninguna de mis nuevas habilidades por más atractivas que se lean parece tener un fin exacto en mi existencia; lo único que saco tras analizar mi vida y lo único que parece estar a mi favor, es que nunca me podrán decir que soy un completo idiota.

El cuarto rojoWhere stories live. Discover now