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—Me mentiste.

—No te mentí, sólo preferí no decírtelo.

—¿Tienes idea de lo que Julio es capaz de hacer por su dinero, Sergio? Dijiste que ya le habías pagado y resulta que aún debes más de la mitad, ¿Cómo carajos piensas que vamos a solucionar eso? La plata se nos está terminando...

—¿Y crees que los últimos meses me he estado rascando el trasero? He juntado un monto muy alto, lo que me falta es poco.

—Poco. —me burlé con más enojo—. Él está aquí, pedazo de animal, y Mia ya me dijo que fue a amenazarte, a ti y a todos tus amigos. ¿Sabes lo que Julio debe estar haciendo ahora? Buscándome, y cuando me encuentre me hará la vida imposible porque sabe que así podrá presionarte a ti. Y te lo advierto, he logrado mucho hasta ahora, así que no estoy dispuesta a meterme en más problemas para salvarte el pellejo como lo hice hace varios años.

—Puedes quedarte en donde estás hasta que yo pague.

—¡No seas estúpido! —me exalté, pero mantuve mi voz baja para que Elián no escuchara—. Cuando yo regrese quiero saber que quitaste a esa alimaña del mapa, Sergio Ferreira. De lo contrario, seré yo quien lo haga, y, así como tú, estoy segura de que no quieres que la Estela Ferreira de hace tres años despierte.

No esperé respuesta y colgué, reprimiendo mis deseos de tirar el teléfono por la ventana.

Pensar en Julio era tan abrumador que mi respiración había conseguido alterarse. Él había sido un buen amigo de Sergio, ambos trabajaban para Sergey, un hombre robusto y lleno de canas que los había amaestrado para la venta de drogas. Hasta que fueron delatados. Julio fue capturado y condenado a tres años de prisión.

Sergio, por su lado, consiguió deshacerse de las drogas que vendía y escapar, pero la cantidad de dinero que tiró a la basura en aquellas drogas le hizo contraer una deuda con Sergey cuyo monto todavía no terminábamos de pagar.

El saber que mi hermano no había sido capturado le hizo creer a Julio que fue el propio Sergio quien lo entregó a la policía, así nació en él un resentimiento hacia nosotros del que no sería fácil librarnos, pues, para nuestra desgracia, en esos instantes él ya estaba en libertad, listo para su revancha.

—¿Cuál es la gracia de ver a gente muerta comerse gente viva? —cuestioné regresando a mirar el rostro ilusionado de Elián por haberme convencido de ver una de sus películas.

—¿Y cuál es la gracia de observar sólo una secuencia de imágenes sin ningún tipo de diálogo?

—¡Se llama arte!

—Esto también se llama arte. —señaló al televisor.

Alcé las cejas sin estar ni siquiera un poquito de acuerdo con él.

—Pero deja eso a un lado —Dirigió sus ojos al reloj que llevaba en una de sus muñecas y susurró para sí mismo—. Ya son las doce de la noche.

—¿Y?

—Feliz cumpleaños. —dijo, estirándome una bolsa marrón

Mi mandíbula cayó al piso.

—¿Cómo sabías?

—La ficha de inscripción —volvió a murmurar—, ahí estaba, bien claro. Fecha de tu nacimiento: diecisiete de julio.

—No te hubieras molestado.

—Tengo entendido que mi hermana y tú solían regalarse cosas en sus cumpleaños. Este es el primer cumpleaños que no pasarás con ella —aclaró la garganta—. Ella ya no está y yo no quería que olvidaras esto.

EL FANTASMA DE HILLARYWhere stories live. Discover now