Capítulo 2 (Parte I): Enzo

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La sala vip de la planta seis era de las salas más grandes existentes en el Cherry Kisses. Disponía de un recibidor bastante amplio, iluminado con una tenue luz azul y de cuyas paredes colgaban grandes espejos, haciendo que el reflejo de Europa se multiplicase eternamente en todas direcciones. Una vez atravesado el recibidor, se accedía a la estancia principal: un salón dotado de sillones, sofás y divanes negros dispuestos alrededor de una plataforma circular de metro y medio de altura. En el centro de la plataforma se erguían dos barras de baile para que el espectáculo nunca parase, aunque en ese momento ambas estaban vacías.

Un hombre con uniforme blanco se encontraba sentado sobre uno de los divanes. Por el aspecto que presentaba, con toda seguridad se trataría del agente de seguridad privado del dueño de Electric Love. Europa pudo notar cómo los ojos del guardia se paseaban por encima de las gafas negras que portaba y la evaluaban sin ningún tipo de filtro. Deseó con todas sus fuerzas que no se le pasase por la cabeza la idea de registrarla, aunque el tipo permaneció inmóvil en su sitio, sin hacer ademán alguno de cortarle el paso.

Más al fondo, oculto por la semi penumbra, había un mostrador tras el cual se encontraba un chico que agitaba una coctelera con la habilidad y energía de alguien que llevaba años realizando el mismo movimiento. Era Orión, el barman estrella del Cherry Kisses y el mejor amigo de Europa. El chicodetuvo el movimiento cuando la vio acercarse desde el recibidor.

—Joder, Europa. No estaba preparado para esto.

Europa sonrió con afectividad mientras se acercaba hacia su compañero con un bamboleo de caderas difícil de ignorar. Apoyó uno de los brazos en la barra y dirigió la mirada hacia la habitación donde con toda seguridad estaban Sona y el cliente.

—¿Qué tal va todo? —dijo en voz baja. No quería que el guardia se enterase de lo que hablasen.

—Llevan un rato ahí dentro —contestó el chico en el mismo tono de voz—. Fuera la cosa ha estado bien. Es difícil ignorar a Sona en una barra de baile, la verdad.

—Es buena.

—Muy buena, sí. —Orión abrió la coctelera y vertió el líquido de color rojo en una copa martinera—. Pero tú me gustas más.

Europa se sonrojó bajo la penumbra de las débiles luces que en ese momento cambiaban de color azul a morado. Orión y ella habían estado jugando a ese tira y afloja durante los últimos meses, pero ninguno de los dos parecía atreverse a saltarse la línea que separaba el trabajo de la vida personal. No era por cuestión de normativa; el Cherry Kisses no tenía ningún tipo de regla que impidiese las relaciones amorosas entre los trabajadores, pero ninguno de los dos era estúpido y sabían que un paso en falso podía suponer el cese de su contrato y en consecuencia el paro casi eterno. Ya nadie contrataba a humanos habiendo máquinas que, si bien suponían una inversión inicial, no pedían aumentos de sueldo, y tampoco pedían bajas laborales o vacaciones.

—¿Solo ha traído a ese guardia?

Orión asintió a la par que se encogía de hombros.

—Tengo entendido que en realidad ha traído un séquito, pero solo ha dejado entrar a ése, que debe de ser especial. Los demás están distribuidos en distintos lugares. Hay unos cuantos fuera,vigilando la entrada al club, y ha dado permiso a otros tantos para divertirse aquí dentro. Seguramente lleve algún dispositivo de alerta encima que al activarse llamaría hasta al presidente del país.

—No me vendría mal uno de esos. Creo que últimamente me miran de más por la calle. Así por lo menos, si lo activo y aparece el presidente, me mirarían con fundamento.

—A ti siempre se te mira con fundamento, Europa. —El comentario hizo que las mejillas de la joven se ruborizasen, aunque apenas se apreció bajo las luces que en ese momento cambiaban a rojo—. Además, hoy te habrán mirado más de lo habitual, eso seguro. Has preparado la artillería de máximo calibre para el encuentro, ¿eh?

Las cuatro lunas de JúpiterWhere stories live. Discover now